En el mes de Junio de 2013 se realizó la 1ª Muestra " Del objeto
artesanal " donde 10 artistas presentaron sus obras bajo la
denominación común de Colectivo " Escala humana ", ahora
durante 2014 se presentan dos versiones del mismo evento
bajo el nombre general de 2ª Muestra " Del objeto artesanal ".
Una de ellas en la Embajada de México, Montevideo, Uruguay,
del 23 de Julio al 29 de Agosto y la otra en la Sala P.Fígari
( Palacio Santos ) del 5 al a5 de Agosto. Ambas muestras se
encuentran publicadas en esta Revista (Ver Nota 1 y Nota 2 )
A continuación transcribimos dos textos de Olga Larnaudie y Pablo Thiago Rocca donde nos comentan diversos aspectos del
Colectivo " Escala humana " .
En junio del año 2013 un grupo de diez artistas expusieron sus realizaciones artesanales en la Sala Pedro Figari del Palacio Santos.[1] Se habían reunido bajo el rótulo de “Escala Humana”, con el objetivo de seguir el rumbo marcado en la producción de objetos por figuras señeras del arte uruguayo, y encontrar nuevos espacios para acercar a compatriotas y visitantes sus creaciones, destinadas a insertarse de la mejor manera al entorno cotidiano, por esa “escala humana”.
Conocía bien sus trayectorias y los reconocimientos que habían ido consiguiendo, y los acompañé en aquella primera presentación a través de un texto en el cual señalaba, entre otras cosas, que este nuevo agrupamiento resumía “la diversidad de materiales, la variedad de imaginerías y procesos técnicos de origen rural o urbano, la realización única o plural de las piezas, así como las vertientes conceptuales y/o históricas que han sustentado los manejos artesanales este Uruguay”. Destaqué entonces también que era particularmente alentador que fueran los propios realizadores los que buscaran abrir algunos espacios que no habían conseguido hasta entonces, a pesar de los numerosos esfuerzos asociativos y las iniciativas oficiales que no llegaron a sortear esa dimensión corporativa que también atrapó, desde hace años, a lo mejor del hacer artesanal.
Me olvidé de precisar entonces que era justamente el hecho de que fueran unos pocos, y que fueran al mismo tiempo exigentes tanto en la calidad de las piezas como en su forma de presentación, lo que me llevaba a apostar por esta posibilidad de apertura.
Los miembros de “Escala Humana” avanzaron pronto, y en menos de un año, se dividieron para exponer en forma sucesiva en el Museo Gurvich y consiguieron abrir un área de exposición y venta en algunos hoteles. Ahora se embarcan en una nueva aventura que incorpora a otros participantes, en dos espacios de exhibición, el MRREE y la Embajada de México. Lograron que Carlos Musso, que estuviera en esta selección ampliada con uno de sus objetos en cuero[2], invitaron a otros colegas que refuerzan la diversidad y al mismo tiempo sostienen ese objetivo de calidad, y apostaron también por nuevos realizadores.[3]
No puedo evitar que me inquiete este crecimiento en la escala de la propuesta, que amplía sin duda tanto el esfuerzo como las dificultades. Los acompaño como siempre en el impulso, con esta cuota de frenos que me aportaron los años y los cambios en el (mi) mundo.
Olga Larnaudie
[1]Participaban entonces los talleres de Pedro García Lanza, Luis Alberto Gutiérrez, Glauco Mirandetti
Diego López y Ana Millán, Marcelo Pallas y Liliana Testa, Raúl Sena, Carlos Clavelli y
Javier Wijnants
[1] Ya habían incorporado a la ceramista Mariana Soler en el Museo Gurvich.
[1] Nuevos por lo menos para quien escribe.
Escala Humana es un Colectivo de artistas de larga trayectoria en el ejercicio de sus
profesiones, formados en talleres de plásticos uruguayos que han generado escuela,
permanentemente preocupados por la investigación en técnicas, materiales y oficios.
Han participado en numerosas exposiciones nacionales e internacionales donde sus
trabajos han sido premiados. Algunas de sus obras integran el acervo de museos y otras
son adquiridas como obsequios representativos del arte de nuestro país, destinados a
mandatarios y visitantes extranjeros.
A partir del uso de diversos materiales y lenguajes estéticos coinciden en pensar y realizar
sus obras alejadas de modas buscando una síntesis genuina que los representa con singular
calidad.
Intentan que sus obras expresen la idea de Joaquín Torres García quien decía “que el arte
debe volver a los objetos, estar integrado a lo cotidiano”, y escapan al concepto de “hecho
para turistas”, al ejercer su derecho a representar una de las tantas maneras de hacer de
este lugar de América, con este, su hacer a “escala humana”
A diferencia del resto del continente americano, Uruguay no cuenta con el gran legado de
las culturas indígenas. El inujo de las labores y oficios del período colonial no fue
tampoco, con algunas excepciones en el ámbito rural, definitorio de una personalidad local
para las artesanías. El concepto de lo artesanal debió reformurlarse de continuo a partir de
una idea de utopía social.
Liberada de la compulsión de la máquina, la artesanía restituye los tiempos biológicos del
trabajo del hombre, el contacto estrecho con el material lo ayuda a concebir su sentido de
lo mítico –los materiales “nobles” lo son en tanto permanezcan fieles a un imaginario
ancestral–, establece una libre conexión con la fantasía y con el mundo infantil y, en último
término, da forma a un pensamiento plástico que no está exento de ingenio ni de
sensualidad. En esto último se vincula a todas las formas llamadas artísticas, tanto para el
creador como para el usuario o el contemplador de las obras.
Quizás ello explique que los más importantes proyectos directrices de la artesanía
uruguaya provengan de dos artistas plásticos. Pedro Figari propone desde la enseñanza de
oficios en la segunda década del siglo pasado, la vindicación de materias primas y el
relevamiento de fuentes iconográficas regionales, trabajadas en pequeños grupos
artesanales familiares. Joaquín Torres García plantea, a su retorno al país en el año 1934,
luego de la experiencia vanguardista europea, una escuela constructiva basada en la
mística de la pintura y en la recuperación del objeto artístico que trasciende el plano
profesional y lo conduce hacia todos los órdenes de la vida cotidiana. Ambos creadores se
afianzan en un discurso americano, concibiendo la función del artesano-artista desde una
perspectiva integral y humanista. Ambos proponen un retorno a la escala humana de la
producción.
Los momentos culminantes de las artesanías uruguayas se dan, no por casualidad,
cuando la necesidad de una utopía liberadora se hace palmaria. En los años sesenta, con
las crisis económicas y advenimiento del movimiento cultural independiente, asistimos a
una etapa de efervescencia creativa. El retorno de la democracia a mediados de los años
ochenta invoca nuevamente la necesidad de imaginar un orden creativo que restañe el
tejido social tras las heridas provocadas por el terrorismo de Estado.
Hoy los desafíos ante el auge de las nuevas tecnologías y la globalización de los mercados
son diferentes pero implican de igual modo concebir una medida de lo humano acorde a
sus necesidades simbólicas profundas. La autogestión de los artesanos es por ello más
decisiva incluso que las políticas que se puedan encausar desde la esfera pública. La
utopía nace de los propios artistas y trabajadores. Escala Humana apuesta a la
investigación y a la creatividad con la mirada puesta en el hombre y es por ello que
consigue niveles de excelencia y recupera un sentido de dignidad a la actual producción
artesanal uruguaya.
Pablo Thiago Rocca
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