Creación ó invención ? / Por Pablo Campos - 11/2008
A mediados de la década del ’40, se editó el único número de la revista “Arturo”.
En ella se postulaba este concepto: “Ni expresión ni representación ni simbolismo”. Y surgía una palabra nueva para el ámbito artístico: “Invención”.
Hablamos del “Arte Concreto”, y luego de la “Asociación Arte Concreto-Invención”. Algunos nombres son, Tomás Maldonado, Raúl Lozza, Alfredo Hlito, Enio Iommi entre otros.
Ahora bien, al margen de la historia lo cierto es que toda subversión realizada en el arte, modifica el peldaño por venir, y si bien la historia no es lineal, tampoco es absolutamente transversal. Por ejemplo, sin Marcel Duchamp, ¿tendría el arte contemporáneo las carac-terísticas que posee? Si uno sondea, descubre que las ideas se van concatenando unas a otras y generando una imagen vital (contemporánea para sus contemporáneos). Pensar el arte fuera de un contexto socio político cultural histórico es inadmisible. Lo vital está en el movimiento. Y uno puede tomar posturas diversas, mas no negar determinadas génesis.
Pero mi reflexión se centra no en procesos históricos, sino en lo que compete a nuestra profesión, su transmisión y la formación de los nuevos ceramistas.
Y tomo como partida la antinomia Creación – Invención a la hora del aprendizaje.
Si bien muchas veces se confunden como sinónimos, semánticamente y en lo que respecta al arte, son diametralmente opuestos.
Creación es un concepto antiguo, y romántico, donde la actividad artística se vincula con la inspiración y otros elementos muy cercanos a la esfera de lo sagrado. La idea del artista iluminado, alejado del mundo dando a luz sus obras. Pero ahí donde surge lo sagrado nace también lo profano y luego, inexorablemente, la condena.
En términos generales, donde aparece la creación muere el hombre y nacen los dioses, o nacen los hombres con manos de dioses, intocables por sagrados.
A la hora del aprendizaje la creación, como concepto, anula por completo los sistemas de construcción de sentido, por estar en un plano metafísico. La creación, perfecta o imperfecta, no admite cuestionamientos, pues así lo impone su sacralidad, unidereccionalidad y hermetismo. Se crea en una “torre de cristal”.
Notemos que en épocas pasadas, cuando se aprendía se aprendían técnicas puras, donde el rigor del maestro estaba centrado en un oficio comprobable y pulido, igual el objetivo del aprendiz. No se “enseñaba” a crear.
El problema nace cuando el alumno “siente” que está creando. Se vuelve intocable y susceptible. La invención a cambio, es un proceso donde convergen varios focos, y hacen de esta un acto, un proceso propio del hombre. Este no crea, inventa, gracias a sus capacidades de intuición, deducción, inteligencia y razonamiento. La creación aleja al artista de los hombres, por su carácter sagrado; en cambio la invención iguala a los artistas con los hombres, pues no es un don divino sino un don natural y de todos. Y nace un dialogo sin susceptibilidades, sin pretensiones.
Y ahí quizás podamos empezar a sentir que se puede transmitir algo concreto: la capacidad de reflexión en el trabajo y la madurez en el pensamiento.
El concepto de creación se vuelve hoy día, ante la falta de oficio, un elemento de poder de quien quiere aprender y también elemento de poder de quien pretende enseñar pues en los planos sagrados no hay cuestionamientos, las cosas son así.
Surgen entonces ramificaciones dogmáticas “intocables”. Un ejemplo: Los objetos construidos en el torno siempre deben ser centrados. La reflexión debería ser ¿Cuándo deben ser centrados? de esta manera, el aprendiz es obligado a pensar, además de explorar y divertirse en vez de padecer frente al torno. Pero claro, la pregunta y la reflexión antes deben nacer en quien transmite, pero en general nace el dogma.
El sendero “sagrado” está trazado. Ahoga a quienes necesitan respirar, a quienes trabajan en su taller día a día, a quienes enseñan desde el trabajo del día a día. A aquellos que se enfrentan (luego de estudiar varios años) a la incapacidad de poder resolver muchos problemas del hacer cotidiano, pues aprendieron desde lugares que embrutecieron su capacidad de razonar y reflexionar para comprender.
Por sutil que parezca, este concepto “religioso” enmascara vacíos conceptuales, falta de oficio y de direccionalidad, enmascara una gran e intocable mentira.
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