NOTAS / OPINION
 

"HABLAR Y DECIR no son sinónimos"

por Pablo Campos - 06/2010

Se puede hablar mucho, hasta aturdirnos y estar diciendo muy poco. Y se puede en cambio, hablar austeramente, incluso el mutismo, y estar diciendo muchísimo.
También se puede ser verborrágico, entre frases y palabras muy difíciles de pronunciar y de entender, y a veces el que escucha, piensa: “no entendí nada, quizás el discurso esté por sobre mi intelecto” Y en verdad, la rimbombancia muchas veces es una forma solapada de decir nada.
A cualquiera que guste de la palabra, ya sea escrita u oral, expresarla o recibirla puede comprender que es fácil y seductor caer en los caminos del “hablar sin decir”. Quien lo hace de manera inconsciente, es quizás poco profundo en el reflexionar. Quien lo hace de forma consciente, es potencialmente peligroso, tierra fecunda para la demagogia.
Hay otras situaciones donde ocurren estos fenómenos, y es cuando se quiere decir mucho sobre algo sencillo, que entraría en pocas y claras palabras.
Al pan pan y al vino vino, decía mi abuela. Vayamos al grano.

Pude escuchar la charla “CERAMISTAS OPINANDO” que tuvo lugar promediando el IX Simposio Internacional de Cerámica 2010, desarrollado en la localidad de Avellaneda, en la provincia de Buenos Aires.
El panel estaba conformado por tres ceramistas argentinas, un ceramista uruguayo y una moderadora.
Yo estaba ansioso de escuchar. Creo que el resto del público, también.
Comenzó la charla y cada panelista intentó plantear cual era su relación con la profesión. La mesa parecía un poco improvisada, como armada de apurón. Muchas veces, eso puede ser positivo por que se dicen las cosas de manera más directa que cuando se tiene tiempo de pensar demasiado en qué es lo que se va a opinar; claro que también tiene sus desventajas, pues el pensar con anterioridad, puede ser muy útil para ir a lugares realmente sensibles.

Cada expositor tuvo su tiempo de dejar claro como se relacionaba con su profesión y también exponer algunas opiniones personales sobre la actual situación de la cerámica argentina y mundial.
Hasta acá todo bien. Uno puede adherir más con una opinión que con otra, y es lógico, y es además bueno; nos hace pensar, ver desde otra óptica.
Una vez pasada esta etapa, se invitó al público a formular preguntas u opinar. Y me sorprendió mucho la opinión (que comparto totalmente) surgida de boca de un muchacho que dijo (palabra más, palabra menos), lo siguiente: ¿Qué pasaría sí los escritores solo fuesen leídos por escritores, o si las películas solo vistas por cineastas, o los cuadros observados por pintores? Continuó redondeando la idea exponiendo que la cerámica muchas veces está hecha por ceramistas para los propios ceramistas.
Pido perdón al no poder reproducir exactamente aquella opinión, pero no creo pecar de distorsionar demasiado el concepto.
Una similar reflexión viene rondándome en la cabeza hace ya varios años, y se hace más virulenta cada vez que salgo de ver el Salón Nacional de Artes Visuales. Generalmente me gusta la producción de arte textil, disciplina con la cual por lo general comparte espacio cerámica, y siento que prima el contenido conceptual y no el técnico, es decir, muchos trabajos de arte textil dicen cosas para cualquier espectador. En cambio la cerámica, en general, esta muda, encriptada en su micro mundo, como si sacar el hocico al viento, pudiese derribar algún viejo olor. No dice nada, no escucha nada. Solo habla mucho (y no siempre con buena fonética y sintaxis) de técnicas y lugares comunes (tamaño, desparramar, abollar, chorrear, romper, títulos extensos que no dicen nada más que palabras extrañas, etc.) ¿Que nos dice todo esto? A un ceramista puede decir muchísimo (o nada que es casi lo mismo), pues uno disecciona por debajo y encuentra cosas “de la profesión” para ver (y acá el punto sensible, temperatura, esmaltes, pastas, y cosas sin importancia en lo que hace al discurso estético) ¿Pero para quien es gustoso de ver y no es ceramista? ¿Qué ocurre?
En general, parecen cosas lindas o feas, dos palabras que no dicen gran cosa. Solo es cuestión de preguntar. Esa es mi experiencia, no digo que sea así absolutamente.
La cerámica por la cerámica sin ningún tipo de marco teórico que contenga un llave de aproximación a lo que se quiere decir, en general donde se encuentra “técnica” yo veo una falta de respeto al material, un desconocimiento muy grande de las posibilidades que nos ofrece.
Estoy convencido desde hace un tiempo que un problema entre los ceramistas es no comprender que la cerámica definitivamente no esta involucrada en nuestra cultura de una manera natural, como puede ser en países orientales. Que es una pretensión de ser “arte” sin comprender que el “arte” termina donde comienza la pretensión de serlo. Arrancamos mal al querer “involucrar” nuestra cerámica en el blando continente sin fronteras que es el arte contemporáneo, y arrancamos mal, pues en el “querer incluir” esta implícito el sentir que ese está excluido. No me lo imagino a Voulkos o Hamada o Leach queriendo “pertenecer”.
Y tampoco es algo sumamente preciado culturalmente por su utilidad, ya que nuestra cultura es más gustosa del plástico, del metal o del vidrio; y eso no está mal ni bien, es una simple realidad.
¿Tenemos algo de culpa los ceramistas? Ahí un buen tema para comenzar a reflexionar. Si dejamos de pensar que la crisis de la cerámica es por culpa de “cualquier cosa externa”, quizás podamos comenzar a vislumbrar por donde arrancar.
Cuando en el taller se reciben pedidos, la exigencia del mercado es actual y clara: calidad, rapidez y costos competitivos. Se pueden abrir brechas de mercado nuevas pero es un camino largo y difícil para el pequeño taller. Y es también cierto que muy pocos talleres, puntualmente de alfarería, y extensivamente de cerámica de reproducción, están ofreciendo productos con estas exigencias. ¿Las porcelanas chinas destruyen nuestro mercado? Creo que no, sí nos exponen frente a su calidad superior y menor costo (no pensemos como ceramistas románticos sino como potenciales compradores de cerámicas), cualquier porcelana china de segunda es muy superior a mucha cerámica de producción nacional que vemos en bazares. ¿Qué no hay políticas que ayuden a desarrollar los pequeños talleres, y que la realidad económica no ayuda? ¡Es cierto! Podrían existir condiciones mejores, pero ¿Cómo se puede trabajar para desarrollar una buena cerámica? O ¿Qué existan estas condiciones es excusa para la baja calidad de la cerámica?
Creo que estos temas, muchas veces no están enfocados de una manera productiva, positiva, sino de una manera lastimera, quejosa.

Pero volviendo a la charla del IX Simposio, me quede expectante a ver que se debatía.
Y fue grande mi decepción al ver que se habló y se habló hasta al hartazgo de cosas que no decían absolutamente nada, nada más que el viejo tango en el rincón.
Y se tornó todo bastante aburrido…

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