NOTAS / OPINION
 

Hacia una cerámica de la alegría / Por Pablo Campos - 06/2007

Desde hace un tiempo siento que lenta pero inexorablemente se va perdiendo la Alegría y el Amor en los ámbitos de la cerámica.
Hay que reconocer que no son años fáciles estos que inventamos para vivir. Tiempos donde el paradigma de triunfo es el del éxito económico, rápido y visible. El modelo de empresario joven y seguro se desgaja hasta los lugares más inocentes que este paradigma deja en claro. Es la época de la prepotencia del dinero.
¿Que nos pasó como sociedad que no es ejemplo Fuentealba, -por nombrar alguien como tantos otros- que salió del anonimato a fuerza de su alevoso asesinato? ¿No sería modelo a seguir el trabajar por la dignidad, creyendo en algo que supere el “trabajo”?
¿Qué nos pasó que la mezquindad se volvió tan frecuente, no solo con los demás, sino con nosotros mismos, sin tiempo para un café o detenernos bajo la copa de un árbol?
Y dentro de esta coyuntura existe una pregunta, que sería menester pensarla al menos unos minutos: ¿Que significa ser ceramistas hoy?
¿Significa ir cuatro horas a una escuela y cumplir con los “deberes”? ¿Llenarse de horas cátedra y “dar clases”, repitiendo viejos esquemas sin pensar siquiera en lo que se está diciendo, y recibir un jornal por ello? ¿Es tener un titulo y creer “ya soy ceramista”? ¿Comprar un torno y un horno? ¿Es repetir tontamente fórmulas y recetas? ¿Ganarse un premio en algún salón y jugar a ser artistas? ¿Significa no pensar ni reflexionar sobre nuestro hacer? ¿Significa que la cerámica es solo para ceramistas, haciendo un ghetto “a medida de los intereses y posibilidades”? ¿Es no leer, ni estudiar, ni ver otras expresiones del arte? ¿Quizás una poética manera de trazar un círculo que por sectario se ahoga a sí mismo? ¿Es la tibieza enfermiza que surge de la manualidad desprovista de oficio y de la “creación” desprovista de sentido? ¿Quedarse en lugares seguros, ya sean estos conceptuales, técnicos o tecnológicos?
Cada cual hallará sus respuestas.
Lo cierto es que cada vez son más los espacios agonizantes. El C.A.A.C. sirve de ejemplo por ser “la institución” de ceramistas que representa (o así debería ser) a todos los ceramistas del país, exceptuando la industria. Es el ejemplo más patético de una institución anoréxica de ideas, proyectos y  veracidad, pero es nuestro Centro Argentino de Arte Cerámico. ¿Reflejará parte de lo que ocurre? ¿Qué pasa que no se cumple la ley natural, creciendo nuevas alas, con aire puro, espíritu joven y Alegría renovada, de aquello que se muere? Lo máximo que inspiró fue a un significativo esténcil en sus paredes: el anagrama CACA . ¿Sería su epitafio?
A veces siento que todo está acabado, que lentamente la cerámica como la conocemos irá desapareciendo y aparecerá una nueva forma cobrando vida en escuelas, docentes y salones; y como es ley natural, luego de ésta etapa gélida vendrá el calor del sol. Pero otras veces pienso que solo el vacío sobrevendrá. La cerámica como está planteada, al menos por ahora, es un círculo cerrado y nos ahogamos dentro.

Las escuelas no escapan a la crisis, pero al ser varias, en la diversidad se encuentran establecimientos más enérgicos que otros, y dentro de la curricula docente, docentes más vitales que otros. Eso es una verdad pero de poco alcance pues hay que tratar de analizar la articulación intrínseca general que se traduce a los programas y a los alumnos.
¿Reflexionamos en las escuelas si el “técnico en cerámica” que egresa puede realmente desempeñar un rol técnico? ¿Se brindan los conocimientos necesarios para afrontar las problemáticas que surgen en un taller, ni hablar en una industria? ¿Existe la disciplina que cualquier aprendizaje técnico -quien haya estudiado en un viejo industrial, en la UTN, etc. sabe de que hablo- requiere?
Y cuando la pretensión está en la formación docente, ¿se piensa como debe ser un profesor en el área de los oficios o en el área del arte? ¿Cómo pretender entender la cerámica dentro de lo “artístico” si estamos cerrados a la realidad artística actual? ¿Cómo transmitir herramientas de construcción de oficio, si no se enseña desde el oficio verdadero? Y si se piensan algunas cosas -de hecho me consta- en general no se pasa a una acción directa.
Y por parte del alumnado, ¿Se tiene claridad en lo que se busca dentro de una escuela de cerámica? ¿Es buscar un lindo lugar donde aprender a hacer algo con las manos? ¿Una carrera donde no hay demasiada exigencia de estudio? ¿Qué pasa con los alumnos que son en alguna instancia la vanguardia combativa? ¿Cuáles son los intereses verdaderos? Como todo, hay alumnos y alumnos. Yo me pregunto ¿La escuela decae por los alumnos? ¿Los alumnos decaen por la escuela? ¿? Lo cierto es que si el alumno no busca, aprenderá del docente solo una parte, sea este de los buenos maestros o de lo no tan buenos; y quizás tampoco pueda diferenciarlos.

Pero la realidad es diversidad de realidades. Y hay las que logran mantener una flama de vitalidad. Los clásicos “Simposios de Cerámica” y las más recientes “Jornadas de Cerámica Contemporánea”, y alguna que otra propuesta aislada son buenos ejemplos de eventos que tratan de rescatar el interés, al menos por unos días.
Pero no alcanza para quitar el color cadavérico que está teniendo nuestra disciplina. Los salones, los discursos, las posturas teóricas, técnicas y tecnológicas, el “hacer cola” para un premio cuya legitimización es tan pobre como la producción de obra, la mezquindad, el desamor, la falta de Alegría y el individualismo se hacen ya muy palpables. No pienso que la Alegría sea una panacea, pero quizás si renace a la hora del estudio y del trabajo, también renazcan las ganas por transformar algo. Las ganas por reflexionar, por pensar y pensarnos en una cerámica contemporánea, vital, alegre y sin prejuicios.

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