Higiene y seguridad industrial · 1 Hornos
Por Pablo Campos - 06/2008
Pensar que este tema solo compete a las grandes fabricas es erróneo. Si bien es en la industria donde hay (o así debería serlo) un seguimiento más preciso en lo que respecta a higiene y seguridad hacia los operarios, el medio ambiente y en consecuencia hacia el usuario, en menor o igual medida, los riesgos son los mismos en una escuela, un pequeño taller donde trabajen una o dos personas, o ese lugar que oficia de taller los fines de semana.
En los ámbitos laborales más pequeños, muchas veces la seguridad es escasa o nula. Solo basta observar que la materia “higiene y seguridad” no figura en la mayoría de las escuelas e institutos de cerámica, y a veces ni siquiera como contenido dentro de otra materia. Lo poco que se aprende es en general a “vuelo de pájaro”, escuchando aquí y allá, pero, lamentablemente, no alcanza pues la imprudencia, la ignorancia o ambas son la clave del problema. Y algo característico de las enfermedades profesionales es que en general, cuando aparecen los síntomas, ya es demasiado tarde, porque la mayoría son acumulativas, es decir, nos vamos dañando lentamente y nosotros felices. Si bien nunca es tarde para aprender, en materia de seguridad muchas veces sí lo es.
Es cierto que muchos peligros se evitarían con un poco de sentido común, pero no podemos dejar abierta la puerta a éste ya que lo que está en juego es la salud e integridad de los alumnos, talleristas y potenciales usuarios.
En esta primera nota referiré algunas consideraciones sobre hornos.
1) Emisión de gases: Muchos de los gases desprendidos en el proceso de horneado son altamente nocivos para la salud. En el bizcochado (o primera cocción de las pastas cerámicas), además de vapor de agua y eventualmente CO2, se desprenden otros gases . Casi todas las arcillas, en mayor o menor medida dependiendo del origen de las mismas, vienen contaminadas con sulfatos. Los sulfatos por acción de la temperatura se descomponen liberando, entre otros compuestos, anhídrido sulfúrico, el cual en contacto con la humedad del ambiente, las mucosas o la humedad de los ojos se transforma en ácido sulfúrico, un poderoso ácido que ataca la materia orgánica. Esto se traduce en la irritación de las vías respiratorias y ardor en los ojos. Una prolongada exposición a estos gases, puede traer consecuencias irreversibles para la salud de personas y animales.
Por otro lado, en la cocción de esmaltes, el desprendimiento de gases y vapores puede ser muy complejo, dependiendo de los tipos de esmaltes, los óxidos, etc. Hay óxidos, como el cobre, el cromo ó el cobalto que volatilizan fácilmente. También el óxido de plomo comienza a volatilizar cerca de los 1200°C. Es fácil comprobarlo de la siguiente manera: Si se coloca una pieza esmaltada con un esmalte azul cobalto o verde de cobre a unos centímetros de otra blanca y se hornean, se verá al descargar el horno que la pieza blanca presenta tonalidades, indicando que los óxidos migraron en forma gaseosa y fueron asimilados por el esmalte cercano. Estos vapores altamente peligrosos, puede traer consecuencias graves a la salud.
Otros gases peligrosos son los que se producen en las horneadas de 3° cocción. Estos esmaltes generalmente usan como vehiculo solventes orgánicos, que sometidos a temperaturas no muy elevadas (cuanto menos secos mas peligrosos) producen vapores altamente tóxicos.
La solución a estos problemas es instalar el horno en un lugar muy bien ventilado y abierto. De estar en un lugar con poca ventilación, hay que colocar un extractor de aire potente (tipo forzador) cerca del horno y si es posible una campana de recolección de gases sobre los hornos.
2) Mirilla: El sencillo acto de mirar por la mirilla tiene serios riesgos. Uno se da entre los 100°C-300°C y el otro a los 500°C-650°C, en las dos fases de la horneada (cuando se hornean piezas en primera cocción) donde hay abundante vapor de agua (cerca de los 100°C el agua agregada y cerca de los 600°C el agua de composición). El vapor de agua (invisible, ya que aún no condensó), sale con una considerable presión por la mirilla, dependiendo del volumen del horno, del diámetro de la mirilla y del estado de la tobera en el caso de tener una el horno. Este “chorro” de vapor que obviamente tiene una temperatura de 100°C como mínimo, es peligrosísimo si se acercan los ojos, produciendo quemaduras en la piel cercana o daños severos en el ojo.
Otro riesgo, es mirar dentro del horno cuando la temperatura comienza a superar los 1100°C. A medida que la temperatura aumenta dentro del horno, la emisión de rayos infrarrojos es muy elevada, lo que exige usar lentes de protección. Estos lentes son vidrios calibrados para bloquear gran parte de las ondas infrarrojas. A partir de los 1100°C hasta los 1240°C aprox. se pueden usar los vidrios azules medios que se usan para soldadura autógena. Y para temperaturas mayores, los verdes que suelen usarse para soldadura eléctrica. (Es recomendable usar para temperaturas menores a los 1100°C los vidrios azules de más baja graduación.)
La exposición prolongada a los rayos infrarrojos, a una tan corta distancia traerá muy serias consecuencias para la visión.
3) Instalación y perímetro: La instalación de un horno eléctrico debe ser cuidada. Según la potencia y distancia del horno a la caja principal de electricidad, se calcula la sección de los cables a usar. Ese cálculo debe ser realizado por un electricista responsable. Siempre es conveniente usar cables nuevos, creando una línea independiente para el horno. Todo horno debe tener además de sus interruptores en el tablero, una llave general térmica que lo desconecte de la red eléctrica. Las uniones de los cables deben ser realizadas con terminales y borneras y nunca “arrolladas”.
También debe contar con una buena conexión a tierra. Esto es elemental para la seguridad ante posibles descargas eléctricas y en algunos hornos (generalmente los tipo skutt) para su correcto funcionamiento.
Nunca un horno debe estar sobre pisos de madera, por razones lógicas, ni haber materiales combustibles en sus inmediaciones (al menos 1 mt.). Sobre todo en los hornos modernos que por razones especificas alcanzan temperaturas muy elevadas (superiores muchas veces a los 200°C) en su superficie exterior.
Obviamente existen muchas más precauciones que ya son de orden lógico, pero en reglas generales con las anteriores podemos estar tranquilos que no tendremos mayores peligros a la hora de manejar los hornos. Siempre es interesante recordar, que por más automatismos que tenga el horno, hay que estar atentos a la horneada, y nunca dejar el horno solo. Esto no quiere decir 'estar sentados al lado todo el tiempo', pero sí manejar la curva lógica de ascenso, y estar presentes siempre al final de la horneada.
Hornos de otro tipo (de gas, manta cerámica, etc.) tienen además de las mencionadas otras consideraciones especificas de seguridad.
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Higiene y seguridad industrial · 2 Espacios y hábitos de trabajo
por Pablo Campos - 09/2008
En lo que a higiene y seguridad respecta, se podría hablar puntualmente de variados temas. Ya lo he hecho sobre hornos eléctricos (R.C. N° 35) y en esta ocasión voy a centrarme en un tema genérico: “el espacio y los hábitos de trabajo”. Enumeraré algunos de los puntos que a mi entender son los de mayor importancia a la hora de un pequeño taller o escuela.
1) Limpieza: Como ya sabemos (o deberíamos), la mayoría de los materiales con que trabajamos los ceramistas, son silicatos y también sílice(cuarzo), muy finamente molidos (malla #200 promedio), lo cual les otorga una facilidad a las partículas más pequeñas para mantenerse suspendidas en el aire. Estos materiales -en si mismos no venenosos-, producen por inhalación dos enfermedades (neumoconiosis), sin cura e irreversibles: la silicatosis y la silicosis(1), esta ultima mucho más grave. Creer que estas cosas no nos pasaran, es simple ignorancia. Como toda enfermedad acumulativa, quizás tardemos varios años en tener algunos síntomas, y por menores que sean, no tienen cura. Están en mayor riesgo las personas con afecciones respiratorias y/o bronquiales (asma, alergias, etc.). Por tal motivo, las grandes “barridas” en escuelas y talleres, son sencillamente delirantes. ¿Cómo evitar estos riesgos? No es complicado.
En principio se deben usar aspiradoras industriales; y si no es posible, pasar escobillones de cerda blanda, muy lentamente y usar máscaras, además que no haya personas sin protección respiratoria en el espacio,sobre todo en las escuelas, donde se limpia en presencia de alumnos o se los manda a barrer los talleres. Otro factor de importancia en este aspecto son los pisos.
2) Pisos: Los pisos menos indicados son los de cemento grueso alisado, por dos razones: son porosos y rugosos. Es decir, ante cualquier derramamiento (esmaltes en suspensión, etc.) son prácticamente imposibles de limpiar en profundidad. Y si intentamos barrer, solo basta pensar en un cepillo de dientes mojado pasándole el dedo pulgar. Los que son de “microcemento” (muchas veces coloreados) y con el aplicado de una laca especial (que requiere mantenimiento), son más indicados, por ser casi impermeables y de superficie mucho más lisa. Pero los ideales son los pisos con revestimiento cerámicos,de alto tránsito, esmaltados. Son fáciles de limpiar, seguros y pasando un simple trapo húmedo tenemos una limpieza satisfactoria.
3) Preparado de pasta: Si se comprendió el punto 1, sabremos que preparar pasta, (una de las labores donde más sílice y silicatos podemos respirar) es de las más nocivas. Preparar pasta es de suma importancia y hay que aprenderlo completo y bien, es decir, no solo la fórmula y como usar la mezcladora, sino también como cuidarnos la salud. Lo mínimo a usar es una semimáscara de uno o dos filtros removibles (los barbijos desechables, de poco y nada sirven). Si el espacio es cerrado, tratar que no haya personas o animales. De existir extractor, encenderlo. Realizar esta tarea sin protección es de una inconciencia absoluta.
4) Esmaltado: A la hora del esmaltado es generalizado sobre todo en escuelas usar el sistema por sopleteado. Esta forma de esmaltar, es segura si existen dos requisitos inexorables: El uso de una cabina de esmaltado en muy buen estado (con un potente motor) y usar semimáscaras faciales de protección respiratoria. No mascarillas o barbijos desechables, sino semimáscaras con uno o dos filtros removibles aptos para partículas de sólidos (según normativas, existen filtros para cada tipo de producto). La inhalación de esmaltes, (básicamente silicatos también) trae además otros trastornos muy graves, como el envenenamiento con plomo y otros óxidos muy complicados para la salud (antimonio, cromo, etc.). Esmaltar sin mascaras, aunque existan cabinas, es muy riesgoso, sobre todo en las escuelas,donde muchas veces las cabinas no están en las condiciones ideales.
5) Trabajo en mesas: Del tema “mate y galletitas” mientras se trabaja, por obvio ni lo mencionaré. Sí hablaré del esgrafiado, una técnica sencilla y muy usada, que tiene una complicación grave. El acto reflejo es “soplar”, y en general, esa “lluvia” de silicatos y óxidos va a parar a los pulmones del compañero y a los propios. Es algo recurrente, hasta en docentes, soplar. Y es la manera más completa y directa de dañarnos. Lo que conviene hacer es tener a mano el soplete de aire y la cabina de esmaltado y sopletear con aire; sino y un poco más práctico es, con un pincel de cerdas blandas, pincelar suavemente la pieza en sentido hacia la mesa. Esto se extiende a las “lijadas”, “virulaneadas”, y otros alegres métodos de crear polvillo nocivo.
6) Talleres con chicos: Uno puede ser lo suficientemente inconciente con sus salud, pero tratándose de la de los demás, y si esos demás son niños, hay que tener un mínimo grado de responsabilidad. A todo lo anterior hay que sumar que cuando uno trabaja con niños, en un minuto pueden hacer algo tan sencillo como llevarse un pincel a la boca, o corretearse para pintarse la cara con esmalte. Por ello, en los talleres con chicos (y no tan chicos), hay que buscar métodos alternativos en muchas situaciones. Por ejemplo el uso de engobes en vez de esmaltes, usar solo esmaltes cero plomo debidamente certificados y en lo posible transparentes sobre los engobes. Crear hábitos o rutinas donde el docente pueda manejar la situación, por ejemplo, una única actividad para el grupo. Toda la materia prima seca (óxidos, arcilla, etc.) en lugares altos e inaccesibles. Si se derrama algún esmalte o engobe, limpiar el piso de inmediato (y aquí agradeceremos tener pisos cerámicos).
7) Línea eléctrica: Todo taller debe tener al menos un disyuntor diferencial junto a una llave térmica bipolar en la caja principal, que corte el suministro eléctrico de tomacorrientes, tornos y luces.
Y la lista podría seguir, pero estos puntos son algunos de los más importantes y tantas veces pasados por alto. Y algo que hay que recordar, sobre todo los alumnos de talleres y escuelas, es que deben cuidar su salud. Una actitud descuidada ante estas cuestiones, no es “saludable”. Es obligación de los alumnos hacer notar falencias en seguridad e higiene, pues es su salud (la única e irremplazable) la que está en juego.
(1)La silicosis es una enfermedad pulmonar causada por sobreexposición a la sílice cristalina respirable. Es irreversible y puede causar invalidez física o la muerte. La sobreexposición al polvo que contiene partículas de sílice cristalina puede causar la formación de tejidos de cicatrización en los pulmones. Eso disminuye la capacidad de los pulmones de extraer oxígeno del aire que respiramos. Además de silicosis, la inhalación de partículas de sílice cristalina ha sido asociada con otras enfermedades, como bronquitis y tuberculosis. (Inst. Nac. de Seg. y Salud Ocupacional (NIOSH) EE.UU. 1996)
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