Martillar un clavo hasta el centro de la tierra
por Pablo Campos - 03/2008
“Creo que el asunto consiste en encontrar un clavo y martillar hasta el centro de la Tierra, en encontrar una cosa muy pequeña y llevarla hasta adentro. El arte es lento y mucho más frío, la aceleración que existe para exponer no coincide con la disciplina. Para algunos pintores el arte es un escalón a la notoriedad, el prestigio se ha vuelto el aliciente más importante, no la experimentación o el conocimiento; no hay aventuras ni dramas, yo creo que el arte es un discurso denso, comprometido, hoy el juego es gratuito.” Oscar Bony, 1993. Recorriendo las obras y la vida de O. Bony entendemos de lo que habla, pero…surge la pregunta ¿De qué manera encontrar ese clavo? ¿Cómo buscarnos en la disciplina y el conocimiento? Las respuestas son esquivas. No existe 'una' respuesta que nos revele un dogma inexorable. Muy por el contrario, cada uno tiene que hallar las propias. De eso se trata quizás la aventura, el desafío.
El concepto arte después de un S. XX donde se movilizaron muchas estructuras no permite ser enjaulado en algo rígido.
Ahora bien, podemos plantear que todo no es arte (es decir ¿todo lo que vemos en salones, exposiciones, premios y grandes premios de honor es arte? ¿y de lo perimetral e “inexistente”, nada lo es? ) o también legítimamente plantear que todo es arte (es decir, además de lo “expuesto”, absolutamente todo lo demás es arte). Un problema indisoluble en la segunda afirmación es que en el todo, no existe discriminación, entonces se anula el juego de legitimización que tamiza las obras, y todo lo que entendemos por arte se vería derribado, pues decir que todo es arte es pretender arrastrar toda producción dentro un marco definido por construcciones culturales temporales determinadas en sí mismas excluyentes, lo cual es un absurdo(1).
Entonces la segunda afirmación debería ser Nada es arte, y damos un knock out al concepto arte, quedando en un plano casi dadaísta. En un desierto por conquistar.
Creer que Nada es arte, es salirse de lo establecido. Es una elección vigorosa, quizás el camino de máxima soledad, de absoluto compromiso, de mayor introspección. Un camino agnóstico para guerreros aguerridos. Por momentos creo que es el único camino posible. Quizás al menos conduzca a trabajar libremente, si buceamos en nuestra disciplina de experimentación.
Ahora pretender estar dentro de lo “establecido” e intentar cambiar las reglas del juego desde su centro es erróneo. Desde el impresionismo a fines del S. XIX hasta las proximidades de la década del '70 del S. XX existió ese fenómeno llamado vanguardia. Estas tuvieron una acción externa dirigida hacia el interior de lo “establecido”. Subvirtieron.
Las vanguardias fueron un producto cultural de su momento, actualmente tal como se desarrollaron sería imposible pensarlas. No existen las condiciones dadas. Hoy como ya decía Bony en 1993, el prestigio es el aliciente más importante y no la experimentación y el conocimiento.
Busquemos un camino distinto. Pensemos en la Naturaleza y sus creaciones. Un camino posible es la vía de la veracidad, de la naturalidad. De la creación sin pretensiones.
Quiero decir, ¿se puede dudar de la veracidad y potencia de un árbol? ¿de la tormenta con sus vientos y rayos? ¿del poder del mar, con sus vidas y sus naufragios? ¿de la roca de las montañas explotando desde las entrañas hasta el sol? ¿de la desintegración fugaz de una estrella? ¿del grito de un volcán? La Naturaleza no pretende, simplemente es. Se impone. Violentamente. Desde un baobab hasta una florcilla silvestre.
Jamás podremos sentir que la naturaleza nos quiere impresionar o contar cosas o especular o ganarse un premio al árbol más lindo. Cada elemento en si mismo es pura potencia y totalidad. La vida y la muerte se debaten en arenas sin cuestionamientos. La ley cósmica es feroz y sanamente salvaje. Cada parte lucha por su verdad, no tratando de imponerla sino fluyendo por “única y esencial”, la que lleva el hálito vital, el sentido. La vida y la muerte así lo sentencian. Somos eventuales espectadores de un concierto que se ejecuta a sí mismo, no para alguien o algo.
Quizás sondeando nuestro fuero más intimo, con herramientas poéticas y sustanciales de 360° de visión, hallemos ese clavo y luego podamos enterrarlo con valentía en el corazón de nuestra verdad. Crecer y volver a nacer con la fuerza natural. Sin pretensiones. Sin determinantes. Con certeza y autenticidad. Con la potencia que cae una gota de lluvia en la superficie de un lago inmensurable. Con valentía. Hacer obra es anudar lo natural: vida y muerte.
Lo terrible es cuando junto al alba, donde nace la primera mies, emergen altaneros los féretros del pensamiento, de la experimentación y de la alegría; esos espíritus de la pesadez diría Nietzsche, que con sentencias absolutas intentan poner rejas fabricadas de parálisis.
¿Cuál árbol es más natural: un álamo, un ciprés o un ceibo? Una pregunta tan absurda como es absurdo preguntar ¿Es mejor la alfarería de Hamada, la de Lucie Rie, Volkous o Artigas? pregunta que dejaría al descubierto la necedad en el campo del pensamiento, la experimentación, el descubrimiento y la reflexión. Ya que no existe 'un' camino, sino los caminos auténticos. Hacer implica riesgos, los lugares seguros en el arte son superfluos. Son elementos de poder de la mediocridad. Clavos de punta roma, adheridos a una superficie estanca.
(1) El arte es una construcción cultural, en sí mismo no existe, es una valoración (y gracias al mercado una valorización también). Y no es difícil entender esto si nos paramos en la frontera del Renacimiento y vemos como evolucionan conceptos tales como obra de arte y artista y como interactúan con los vaivenes sociopolíticos del momento histórico. |
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