En el marco del ciclo de capacitaciones “9×9 Por Amor al Arte”, que se desarrolla en Córdoba en distintos espacios vinculados a la formación y la práctica cerámica, tuvimos una hermosa charla espontánea con Olga Tarditti, impulsora de la propuesta, en la que repasamos las primeras actividades realizadas en marzo y hablamos sobre la continuidad del ciclo.
El proyecto consiste en 9 capacitaciones y charlas, que se llevarán a cabo entre marzo y noviembre, durante la segunda semana de cada mes. Cada actividad estará a cargo de uno o dos ceramistas reconocidos y se ofrecerá en dos ejes: uno privado y el otro público. En Espacio Cielo y Tierra, se desarrollará una capacitación arancelada, dirigida a ceramistas. Por otro lado, en la Escuela Superior de Cerámica Fernando Arranz, se ofrecerá una charla totalmente gratuita, destinada a alumnos/as, docentes y público en general perteneciente a la comunidad ceramista de Córdoba y la región, que tienen sus propios proyectos independientes.
Se trata de propuestas muy diversas: talleres teórico-prácticos, demostraciones, charlas, miradas, reflexiones, sobre la cerámica contemporánea, cerámica de la región y sus identidades, tanto estéticas como sociales. También se abordarán temas como el desarrollo de la obra y la imagen propia, y cómo las prácticas profesionales se ven interpeladas en la actualidad.
El proyecto es gestionado por la ceramista Olga Tarditti, coordinadora de Espacio Cielo y Tierra. Acompañan y comparten esta iniciativa la ceramista Carola Abregu, directora de la Escuela Superior de Cerámica Fernando Arranz (Córdoba), y la Sra Andrea Ruiz, secretaria de Extensión de la Universidad Provincial Córdoba(UPC).
RC: Para comenzar ¿cómo estás y cómo viviste el primer encuentro del ciclo?
OT: La convocatoria fue libre, abierta y gratuita, y más allá del contenido que proponemos, la verdadera excusa es el encuentro. Y fue extraordinario! Realmente, creo que ni yo, ni quienes están trabajando conmigo, ni siquiera desde la escuela, nos imaginábamos esta explosión. Fue como un Big Bang de amor, algo fuera de serie, tremendo, una experiencia increíble.
RC: Más de lo que se imaginaban ustedes….
OT: Muchos más participantes de lo que pensábamos. Para el encuentro en la Escuela, se había elegido una gran aula, un espacio amplio donde habitualmente se hacen conversatorios. Por suerte, ese lugar tiene ventanas que dan al patio y también a unos pasillos grandes, porque el aula estaba repleta de gente adentro… y afuera había muchísimas más personas que no pudieron ingresar. Lo que pasó en la escuela fue impresionante, hacía mucho que no veía un encuentro con esa energía. Esa sensación de marea, de calor que se siente en el aire… el calor del abrazo, del afecto. Fue hermoso. Vino mucha gente de diferentes lugares: Río Cuarto, Río Tercero, Villa María, ¡hasta de Neuquén! Realmente fue una instancia de encuentro. Muchos de los que se habían movido para venir —muchos profesionales también de la cerámica, que es un poco a quienes apunta este ciclo— nos decían: “Vinimos por el encuentro, porque nos está haciendo falta.” Y ahí me di cuenta de mi percepción, ese olfato de que necesitábamos volver a reunirnos, era real. La pandemia dejó un repliegue, nos llevó hacia adentro. Y la cerámica, de por sí, ya es bastante introspectiva. No sé si solitaria, pero cuando estás en procesos de producción o en el taller, son momentos muy íntimos. Entonces, en este primer encuentro se habló mucho de eso: del encuentro con el otro, de la necesidad de vernos, de saber cómo está el otro, de mirarnos a la cara, de abrazarnos… Y todo eso ocurrió. Fue maravilloso.
Sumado a eso, Marta Midaglia —como cada una de las personas convocadas— es una genia. El contenido que ofreció fue muy bien recibido. Marta es de Buenos Aires y referente del IMCAEV, propuso un conversatorio en la escuela y una charla práctica sobre Raku. Y ahí también se notó la gran necesidad de conocimiento que había. Más allá de la excusa del encuentro, hubo muchas preguntas, mucha interacción, mucho diálogo… todos tomando notas, muy atentos, y después todo eso se llevó a la práctica. La verdad es que fue hermoso y muy, muy sorprendente.
RC: ¿Cómo surgió la convocatoria a los diferentes talleristas que forman parte del ciclo?
OT: Desde que lanzamos el ciclo y empezamos a comunicarlo, comenzaron a escribir otros ceramistas interesados en participar como talleristas. Fue muy emocionante. Incluso se acercó gente en la que ya habíamos pensado. Son nueve propuestas —una por mes, por eso se llama 9×9—, inevitablemente quedaron fuera muchas personas a las que valoramos y consideramos referentes. Pero en esta ocasión se invitó especialmente a docentes y artistas de escuelas públicas de cerámica. Por eso están presentes personas como Marta Midaglia, Ester Bonomo, Guillermo Mañé, Lorena Cámara, de lugares como Lomas de Zamora y Mar del Plata. Fue una elección muy consciente. Igualmente, es posible que en 2026 haya otro ciclo, quizás con otro perfil, porque hay otras miradas, otros deseos. Todo esto se fue dando de una manera muy orgánica. Y, por supuesto, todo esto nace y se sostiene sobre un sueño.
RC: ¿Cómo surgió la idea inicial del ciclo? ¿Dónde nació este proyecto?
OT: El origen creo que tiene varios puntos de partida, pero, básicamente, este ciclo nace de un sueño: el de generar algo desde Córdoba, desde el interior del interior. Porque hay un gran Córdoba, e incluso provincias periféricas, donde muchas veces el acceso al encuentro, a la formación y a la información no es tan fácil.
Yo veo el universo de Buenos Aires, donde todo está más cerca. Siempre digo que “Dios atiende en Buenos Aires”. Yo, personalmente, vengo de un pueblito de Córdoba. Empecé con la cerámica siendo muy joven, en una época en la que no existía internet y ni siquiera teníamos acceso a libros especializados. Hacía viajes a la ciudad de Buenos Aires , me sentaba en la librería El Ateneo y tomaba apuntes en una libreta. Entonces entiendo muy bien lo que es crecer con esa carencia de información y recursos.
Después llegó la pandemia y nos obligó a hacer cosas que jamás habíamos pensado, como armar grupos de trabajo virtuales. Eso también abrió puertas. Pero hoy, personalmente, elegí volver a lo presencial. Necesito eso: vernos, encontrarnos, compartir la transmisión piel a piel. Y al mirar a mi alrededor, veo cuánta gente hay —no solo en el interior de Córdoba, sino en los pequeños pueblos, en ese interior del interior— formándose con su pequeño taller, haciendo camino con lo que tiene a mano.
Hoy tenemos internet, los videos, los tutoriales, las capacitaciones virtuales. Pero me di cuenta de que sigue existiendo una necesidad enorme de espacios presenciales, de contacto humano, de comunidad. Y Córdoba tiene esa ventaja de ser centro, de conectar con muchas provincias cercanas. Incluso hay gente de Buenos Aires que se está acercando, lo toman también como una escapada, una experiencia distinta.
Así que el eje del proyecto fue ese: generar un espacio de encuentro, pero también de formación. Porque más allá de lo que ocurre en la escuela —que es más abierta, más general—, este ciclo propone profundización, contenido, aprendizaje real. Y eso también estaba haciendo falta.
RC: ¿Y específicamente cómo fue la primera experiencia con Marta Midaglia?
OT: Con Marta trabajamos esmaltes de alta temperatura. Vimos la formulación, realizamos un muestrario, horneamos las piezas y analizamos los resultados. Fue una jornada muy completa. El contenido que se ofrece en el taller no es el mismo que en la escuela. Eso surgió espontáneamente, un poco para que no se superpongan las propuestas. Lo que ocurre en el taller es más técnico, más profundo en contenido. Los que vienen a estas instancias suelen ser ceramistas que ya tienen su propio espacio de trabajo, sus talleres. Hay mucha gente del interior que ya tiene proyectos en marcha, ya sea de producción o de formación.
Y también —retomando lo que me preguntabas sobre el origen del ciclo— esto nace de observar esa realidad: hay muchísima cerámica hermosa, hay buenos ceramistas, el campo se ha multiplicado. Pero también hay muchas personas que, por ejemplo, se compran un pequeño horno, algunos materiales básicos y empiezan a dar clases o a experimentar por su cuenta. Entonces el ciclo está pensado tanto para quienes ya están en un camino de profesionalización y buscan seguir formándose, como para aquellos que aún no tuvieron la posibilidad de pasar por una formación formal y necesitan sumar contenido y herramientas. Porque muchas veces no tenés el tiempo o los recursos para cursar una carrera completa. Y si bien lo ideal es una formación sistemática, la cerámica también habilita otros modos de aprender. Este ciclo viene a ofrecer justamente eso: un espacio accesible, enriquecedor y plural, que está cumpliendo su objetivo de manera hermosa.
RC: Mencionaste que era un sueño… ¿Dirías que este ciclo empezó como algo muy personal?
OT: Claro, yo soy una maquinita de pulsar. Tengo mi taller, mi baldosa, como lo llamo con cariño. Es hermoso, pero sigue siendo un tallercito. Y desde ahí, ya hace años que vengo invitando, uno o dos referentes por año, con la intención de sumar experiencias y formación. Porque los maestros que vienen —y esto lo digo medio en broma, medio en serio— son tan generosos que enseñan hasta por los poros. No es sólo el contenido que traen, es también la charla, el rato compartido, lo que pasa entre líneas. Y eso vale muchísimo. Es verdad que el Encuentro ENACER fue acá el año pasado, pero no todo el mundo puede llegar a esos espacios. Entonces traer a los referentes hasta acá, hacer posible ese encuentro, me parece muy valioso.
Este ciclo 9×9 fue un paso más grande. Era una idea que me venía rondando hace tiempo. Siempre me decía: “es un delirio”. Porque tengo ayudantes, pero al final la que se sienta en la compu, la que manda la difusión, piensa los contenidos, arma y rearma… soy yo. Pero lo disfruto muchísimo, no me quejo. Hasta aprendo a usar nuevas tecnologías en el camino. Para mí es puro placer y aprendizaje. Eso sí, no estoy sola. Hay colaboraciones muy hermosas, como la de María Gravino, una ceramista de Cutralco, que va a hacer todo el ciclo completo. Ella no solo viene a capacitarse —porque allá está bastante aislada—, sino que también me ayuda un montón: lee los textos, me da devoluciones, hace un aporte crítico muy valioso. Así se va armando, colectivamente.
Y ni hablar de los talleristas. Con Marta, con Fabi —Fabiana Sacnum—, vamos conversando todo: los flyers, los textos, las ideas. Ellos también construyen conmigo lo que se va a compartir. Y la escuela está agradecida, porque esto suma movimiento, suma propuestas, y es un aporte a la comunidad. Además, creo que en este momento tan difícil para la educación pública, esto también es una forma de abrazarla. Por eso elegimos trabajar con referentes que vienen de escuelas públicas de cerámica. Y tal vez alguien que viene por primera vez, a un taller, termina decidiendo anotarse en alguna propuesta de formación. Siempre algo se siembra.
RC: ¿Qué expectativas tenés para el próximo encuentro? ¿Ya hay gente inscripta?
OT: Sí, hay un sistema de inscripción a través de un formulario que se va habilitando progresivamente. Ahora ya se abrieron dos meses más, y así progresivamente. Se va mandando difusión por correo, es decir, mucha difusión se hace de modo privado, a quienes consultaron. Y, por lo general, cuando yo largo la difusión el cupo ya está casi completo. Entonces se hace como una base, y después ya se inscriben algunas personas más y ya está. Yo tengo un margen, depende de la actividad, de 20, 25 personas o más, para que trabajen cómodas, para que el espacio se habite cómodamente.
El mes pasado trabajamos con Marta, con 20 personas, que fue un hermoso grupo. Además, todo lo que acontece en estas actividades, del orden de las redes. Después se arman grupos de trabajo, entonces ya terminan saliendo amigas, colegas, compañeras… A mí me parece que todo eso, básicamente… Me piden que las ponga en el mismo grupo para seguir compartiendo.
RC ¿Qué cantidad de personas es el límite para trabajar bien en tu espacio?
OT: Y… 25 personas. Es grande el espacio. Si se tratara de alguna actividad que excede ese número, podrían ser más, porque se arman mesas en el patio, que está integrado a este gran espacio, más otras salas. Es decir, yo lo que no quiero es que se desborde, pero podríamos ser 30 y seguir trabajando cómodos también. Igual, si hay un grupo de 20, que es más o menos lo que nos hemos planteado desde el principio, está muy bien. Y con eso también se solventa el movimiento de los talleristas hacia Córdoba, y se hace posible lo que pasa en la escuela.
RC: ¿Pensaste en la posibilidad de que esto se replique en otras provincias? Que alguien tome la idea y la organice con este mismo formato.
OT: No sé… hoy por hoy estoy tan enfocada en esto, porque recién tuvimos la primera experiencia. Imaginate que hasta hace diez días, cuando vino Marta, no sabíamos cómo iba a salir. Y fue impecable. La convocatoria fue hermosa. Así que ahora veremos cómo sigue. Quizás alguien se contagie de la idea. Cuando salió la primera difusión y anuncié los invitados, muchos ceramistas me pidieron que les mande información. Y eso me hizo pensar: ¿y si alguien quiere replicarlo en su lugar? Sería ideal que alguien tome la posta y diga: “Yo lo puedo hacer en Salta”, o donde sea. Aunque también es cierto que no hay que apurarse. Hay que dejar que este primer año del ciclo se desarrolle entero y ver si en otros lados también se enciende esa chispa.
RC: Tal vez es cuestión de invitar a que alguien se anime a hacerlo en su lugar…
OT: Claro. Igual es algo que habría que pensar muy bien. Porque yo acá tengo mis redes, mis vínculos, la gente me conoce. Si dijera “lo hacemos en Jujuy”, habría que ver cómo llegar. Y también creo que esto ocurre porque Córdoba tiene una condición central. Convoca a gente de Santiago del Estero, Salta, Santa Fe, San Luis, La Pampa… Tiene esa particularidad: es una provincia grande, con mucha movida ceramista también en el interior. Así que habría que pensarlo. Yo no lo había considerado como lo planteás vos, pero es cierto: cuando se mueve el eje, también cambia el acceso y la forma en que circula la información.
RC: De haberlo soñado a verlo concretado… y que siga creciendo. ¿No te preguntás a veces por qué a nadie se le ocurrió antes? ¿Por qué algo así no se había hecho todavía?
OT: No entiendo por qué no se le ocurrió antes a alguien esto de armar un ciclo, algo sostenido en el tiempo. Porque claro, organizarlo así implica un año entero de trabajo real, y no todo el mundo tiene esa disponibilidad, ni siquiera una institución. Pero, los estudiantes que están cursando este año en la escuela van a terminar el año habiendo conocido, por ejemplo, quién es Guillermo Mañé. Quiero enfocarme en lo positivo, en lo que el ciclo puede sembrar. Porque de verdad creo: este movimiento tan potente va a dejar una huella, una gran siembra en Córdoba.
RC: Por eso insisto en que, dentro de todo este ciclo de 9×9, en algún momento alguna mirada tiene que abrirse….
OT: No lo dudo, es el comienzo de algo: de redes, de lazos. Y no parece, pero ya son trece los ceramistas convocados. Vendrán también Fabiana Sacnum, Maximiliano Abbiati, Ester Bonomo, Emilio Villafañe, Lorena Camara y Guillermo Mañé, Susana Cortés, Mirta Funaro y Tini Rivarola, Verónica García Kuwota y Mario Dominguez, Tato Corte. Así que van a conocer a grandes referentes, maestras y maestros. En esta primera parte del ciclo quise convocar a figuras con trayectorias muy fuertes. Después, claro, vendrán otras y otros ceramistas que también son enormes. Pero el peso simbólico de estos nombres también construye algo. Y sí, creo sinceramente que la siembra va a ser concreta, que va a quedar en el campo.