EL BARRO COMO PRIMER LENGUAJE: Reflexiones desde Vichama- Perú

Por Paolo Gastello Mazzei

El barro como necesidad de expresión

Antes de las palabras, antes de la escritura, existió el barro. Entre sus manos, el ser humano descubrió que podía moldear la tierra húmeda y convertirla en símbolo. Cada huella, cada presión de los dedos, era un intento de darle forma a lo invisible: a la vida, a la muerte, al deseo de fertilidad o a la súplica por la lluvia.
El barro fue el primer lenguaje. No se trataba de producir objetos útiles, sino de dejar una marca que trascendiera lo efímero. Fue la primera manera de hablar con la naturaleza y con lo sagrado, de grabar en la memoria colectiva lo que no podía decirse aún con palabras.

“El barro fue la primera voz del ser humano: una voz moldeada con las manos.”

Hoy, cuando un ceramista toca el barro, continúa ese diálogo milenario. No importa el continente ni la época: moldear tierra húmeda es un acto universal que une a todas las culturas.

Vichama y la civilización más antigua de América

Este impulso creador tiene un ejemplo poderoso en Vichama, un sitio arqueológico ubicado en Végueta, al norte de Lima, en la costa del Perú. Vichama forma parte de la tradición de la civilización Caral, reconocida como la más antigua de América, con más de 5,000 años de historia (3000 a.C. – 1800 a.C.).

Caral fue una sociedad agropesquera que supo integrar los recursos del mar y la tierra. En este contexto, Vichama se convirtió en un centro donde el barro no era simple materia, sino memoria. Allí, el ser humano transformó la arcilla en archivo, en un lenguaje cargado de símbolos que aún hoy podemos leer.

“Vichama nos recuerda que el barro no es solo tierra: es memoria en estado puro.”

 

Figuras y frisos: mensajes en barro

En Vichama se han encontrado figuras de barro que representan cuerpos humanos, escenas rituales y símbolos de vida. Entre ellas sobresale la figura dual de dos ranas, que representa la lluvia y la fertilidad: un mensaje de esperanza, un ruego a la naturaleza en tiempos de incertidumbre.

Aún más sobrecogedores son sus frisos de barro, que narran episodios de hambruna y sequía. Son imágenes que muestran la fragilidad de los recursos y la capacidad de una comunidad para enfrentar el cambio climático de hace miles de años. Lo que vemos en sus muros no es solo arte: es advertencia, es archivo, es memoria.

“El barro de Vichama fue su escritura: un relato sobre la abundancia y la carencia, sobre la vida y la supervivencia.”

Memoria colectiva y el aniversario de Vichama

Este año, Vichama celebró su 18° aniversario de puesta en valor arqueológico. No se trata solo de un número simbólico: es la confirmación de que este sitio sigue vivo en la conciencia de quienes lo investigan, lo protegen y lo visitan.

La memoria de esta civilización agropesquera nos recuerda la importancia de revalorizar el territorio y de fortalecer la integración entre comunidad y naturaleza. Recuperar esa herencia es también fortalecer la memoria colectiva, para que los aprendizajes del pasado iluminen los desafíos del presente.

Reflexión final

Como ceramista, me resulta imposible no sentir en Vichama un archivo vivo. El barro allí nos habla directamente del cambio climático, de la hambruna, de las luchas por la supervivencia. Nos habla con la misma claridad con la que lo hizo hace más de 4000 años.

Revalorizar Vichama no es un gesto arqueológico únicamente: es un acto de consciencia. Nos recuerda que el territorio es memoria, que la naturaleza guarda huellas, y que el barro sigue siendo un medio para comunicarnos con lo esencial.

“El barro de Vichama nos exige escuchar el pasado para sobrevivir al futuro.”

Moldear barro hoy es continuar esa conversación milenaria. Escuchar lo que nos dice Vichama es reconocer que la naturaleza y el territorio no son un escenario: son protagonistas de nuestra historia. Y proyectar esa memoria hacia el futuro es, quizá, nuestra tarea más urgente.