Rojos y naranjas

Por Julio Gómez / 10.2001


Los colores rojos y naranjas siempre han sido las «figuritas difíciles» dentro de la cerámica en particular y las Artes del fuego en general. También lo fueron los colores violeta y algunos tonos de rosa, pero los rojos y naranjas fueron y siguen siendo el centro de interés de los artistas ceramistas especialmente para los productos de más altas temperaturas.
En los últimos treinta años la situación fue mejorando, lentamente, con el desarrollo de nuevos colorantes de variadas y novedosas tonalidades pero siempre, de una manera u otra, tenían algunas dificultades.
Durante la década del 60 se difundieron, en nuestro país, los llamados rojos y naranjas de cromo que debían su color a la formación de cromato de plomo durante la cocción de esmaltes crudos con alto porcentaje de plomo adicionados de algún compuesto de cromo. Los tonos obtenidos variaban del amarillo al rojo intenso y ofrecían superficies satinadas y/o semimates muchas veces con formaciones cristalinas. Estos esmaltes fueron muy utilizados por los artistas ceramistas a partir de esa época pero tenían algunos problemas de estabilidad a temperaturas superiores a los 950ºC y su alto contenido de óxido de plomo crudo los hacía muy peligrosos por su toxicidad. También por esta razón no debían ser utilizados en la producción de vajilla.
En esa misma época eran mencionados, en libros y revistas, los rojos de uranio que en nuestro medio no fueron desarrollados comercialmente y también los rojos de oro utilizados en esmaltes de 750ºC (tercer fuego) que se caracterizaban por su elevado precio.
A principios de la década del 70 se empezaron a conocer, en nuestro país, los rojos y naranjas de selenio cadmio.
Eran colores muy novedosos y crearon gran expectativa, y demanda, entre nuestros ceramistas. Los había importados y también de producción nacional, de variadas características en cuanto a su composición y temperaturas de uso.
Durante los primeros años de su utilización fueron continuamente modificados para solucionar algunas limitaciones que tenían. Su estabilidad requerían estricto control de temperatura y ciclos de cocción rápidos, buena ventilación en los hornos, preparación con agua desmineralizada para evitar la contaminación con componentes metálicos y otros cuidados que aseguraran su perfecto desarrollo. Los pigmentos de selenio cadmio necesitaban fritas específicas para formular los esmaltes y generalmente tenían muy alta dilatación (tendencia al cuarteado) y mucha solubilidad en ácidos desprendiendo componentes tóxicos. Estas dos últimas características limitaban su utilización en la producción de vajilla cerámica.
A fines de la década del 80 se desarrollaron pigmentos de selenio cadmio con la incorporación de zirconio en su composición molecular. De esta manera se obtuvieron compuestos de muy alta estabilidad a temperaturas cada vez más altas y con gran variedad de composiciones básicas (crudas y/o fritadas).
Actualmente los pigmentos rojos y naranjas de última generación se preparan por el proceso de encapsulado con cristales de zirconio de los compuestos de selenio cadmio obteniendo de esta manera la más alta estabilidad en temperaturas de hasta 1300ºC.