Desde el 10 de Agosto hasta el 14 de septiembre de 2024, se presentó en la nueva sala de Zólida Galería la segunda muestra del año «Un Futuro Posible» de Natalí Perino, con la curaduría de Carolina Dieguez.
Texto curatorial:
Natus= nacido o renacido
Con rum rum de hospital, asepsia de laboratorio, orden de fábrica, espejitos de colores
publicitarios, aroma a vainilla y una niña ejemplar, “Un futuro posible…” invita a recorrer y
reflexionar acerca de lo frágil y la búsqueda de la felicidad.
Una niña ejemplar, una muñeca de gres blanca y sutiles tonos rosados, mira hacia su casa. De espaldas a nosotros, indica el camino. Es pequeña, podría ovillarse en la palma de una mano, pero tiene edad suficiente para mostrar por dónde seguir. Porque esta niña no es cualquiera.
Es una concebida en un laboratorio, en una fábrica de bebés diseñados a la medida de los
deseos de sus “madres”/”padres”.
“Un futuro posible…” presenta así un laboratorio-fábrica que gesta bebés de diseños, cocreados bajo los ideales de sus progenitores. Ni masculinos ni femeninos: bebés.
La pulcritud y asepsia de la fábrica nos remiten al laboratorio donde fueron gestados estos
seres “ejemplares”. Un taller-fábrica que, con sus moldes de yeso, da vida a piernas, brazos, torso y cabeza. Así las cosas, los bebés son seriados a la “medida” de los deseos de sus ¿madres/padres? Entonces, ¿de qué deseo hablamos? La artista se pregunta: ¿El deseo de la “familia perfecta” es un deseo propio o impuesto? ¿Hasta dónde pueden llegar la necesidad y el deseo de gestar-crear un hijx?
El deseo, la cultura, la innovación científica y las relaciones de poder que lo atraviesan y lo
envuelven todo, ¿se apoderaran de la gestación y de la maternidad? ¿Queda algo fuera de
control? ¿Puede escapar la evolución científica a la lógica del capitalismo. La niña y los
ejemplares parecen haber cobrado vida en la novela de Aldous Huxley, nacidos hace casi un siglo y funcionales. Hoy se mueven entre la ternura, la fragilidad y el horror.
Mínimas y frágiles partes -listas para armar cada pequeño bebé modelo- esperan en sus cajas asépticas. Blanco sobre blanco, ¿fragmento o individuo? Las partes oscilan entre lo humano y lo inanimado, se apilan prolijamente y aguardan ser trasladadas a su centro de distribución.
Detrás de cada pedido, alguien espera.
“Todas las formas de vida humana actuales estarán en decadencia y será preciso
improvisar otras nuevas formas…” (Aldous Huxley)
En un tiempo de modificaciones genéticas, simulacros virtuales y replicantes, ¿qué ideas de
vida, naturaleza y ser humano se esconden detrás de estas intervenciones?,
¿qué consecuencias tendrá la selección genética en las familias y en la sociedad?
En un futuro posible “en sale”, la artista se cuestiona ¿bebés de diseño o mercancía? ¿Cuál es el límite ético de la manipulación genética y de la fertilidad asistida? ¿Y el del arte?
¿Será que, como sostiene M. Benasayag, “este modo de existir en este mundo no va
más”?
Carolina Diéguez
Compartimos nuestra charla con la artista:
RC: Lo que siempre me intriga de tu obra es la temática. Es muy fuerte y no deja a nadie indiferente. Esta última muestra, «Un Futuro Posible en Sale», ¿cierra una serie que comenzaste hace años?
NP: Sí, exactamente. Esta muestra cierra una serie que empecé en 2019. Comencé trabajando en la parte de laboratorio, siempre enfocada en la vida y la manipulación genética, que era un tema de conversación en ese momento. Pero hoy en día tenemos inteligencia artificial en nuestros celulares, y la obra se ha vuelto más contemporánea con el tiempo. Lo que empezó como una reflexión sobre embriones y laboratorios ha evolucionado hacia una crítica de la realidad que vivimos hoy, una realidad que parece sacada de una distopía de ciencia ficción.
RC: ¿Y cómo fue el proceso de esta transformación?
NP: La serie empezó con piezas de cerámica en pequeña escala, relacionadas con laboratorios: pequeñas cunas, embriones. Pero el año pasado, hice una gigantografía de una casa modelo, muy perfecta, que contrastaba con la pequeña escala de mis piezas. Siempre he trabajado con miniaturas, pero quise hacer que el espectador pudiera interactuar con la obra de una manera teatral, creando una escenografía. Se podía ver, a tamaño real, una pieza de cerámica en miniatura. La niña es el personaje central, que desde las primeras piezas de 2019 hasta ahora, siempre ha sido de cerámica. Era importante que la gente pudiera situarse en esa escena y reflexionar sobre el futuro que estamos creando. El año pasado fue en la muestra «Tres Simples Pasos», y ahora en «SALE».
RC: Esta crítica al «futuro marquetinero» es muy potente. ¿Cómo llegaste a esa idea?
NP: Todo empezó cuando investigué páginas web de Noruega, Nueva Zelanda, Escocia, Canadá, donde te permitían elegir a tus hijos por catálogo. Podías seleccionar el color de ojos, el tipo de cuerpo, hasta el signo zodiacal. Elegías tu donante, te asegurabas de tener un bebé sano, y pagabas con tarjeta o PayPal. Eso me impactó muchísimo. Esa investigación me llevó a pensar en cómo estamos manipulando la vida, no solo en términos de genética, sino también en cómo las redes sociales nos venden una idea de perfección que no necesitamos, pero que todos queremos. De ahí surgió la idea de que este «futuro posible» está en oferta, en liquidación. Porque hemos llegado a un punto en el que lo real y lo ficticio se mezclan.
RC: Esta niña de cerámica que aparece en tu obra, ¿ha estado presente desde el inicio de la serie?
NP: Sí, desde las primeras piezas en 2019, la niña de cerámica ha sido el personaje central. Al principio, estaba en un laboratorio de manipulación genética, pero poco a poco ha salido al «mundo real». Ahora aparece en situaciones cotidianas, como un picnic o paseando con un perro. Tengo todo el proceso documentado. Por ejemplo, los pies de este personaje aparecen en una casa de acrílico con diferentes pares de zapatitos. Las pequeñas piezas son de plástico, compradas en un bazar chino, pero lo impactante son las figuras de cerámica, porque quiero generar siempre ese contraste entre la preciosidad de la cerámica, con lo blanco pintado a mano, y el plástico de utilería. La idea es que se entienda que es una puesta en escena, como lo fue esa casa gigante y perfecta, y las pequeñas escenografías. El personaje es lo único de cerámica, llevado al extremo de lo bello, lo precioso y lo perfecto, frente a la utilidad y el marketing. Es la escena de este futuro posible que está en rebaja, en liquidación, en «sale». El personaje se llama «00», un código, porque no hay nombres, solo números. Una de las obras se llama «En Stock», con pequeñas cajas, 119 en total, con partes de cuerpos: cabezas, brazos, para armar un bebé de diseño. El recorrido es desde el laboratorio, pasando por la fábrica, hasta este futuro posible, con escenas de la vida de esta niña que ha habitado la obra durante años y que ahora se inserta en esta sociedad actual. Todo es una crítica al marketing que vemos hoy, donde todo parece diseñado para ser perfecto y deseable, pero detrás hay una enorme manipulación.
RC: Hablando de manipulación, mencionaste una obra muy particular: una heladera gigante con fetos…
NP: Esa heladera es parte del recorrido de esta serie. En su interior, tiene cuerpos en miniatura, como si fueran productos en espera de ser comprados. Es una metáfora de la industrialización de la vida, de cómo hemos llegado a un punto en el que todo, incluso la creación de un ser humano, puede ser parte de un proceso de compra. Esa pieza formó parte de una muestra de ITAU, en Córdoba, y es una de las que más impacta al público.
RC: ¿Cómo fue tu formación?
NP: Estudié en la Escuela Arranz, hice el magisterio y el secundario, y en 2005 egresé como maestra de cerámica. Luego me inscribí en la licenciatura en la UNA, que en ese momento era el IUNA. Terminé la licenciatura y nunca me alejé de la obra. En una de las últimas materias de la carrera, figura humana, la temática no me convocaba mucho, así que propuse trabajar con un órgano, el corazón. Siempre fui muy metódica en mi obra. Compré un corazón de vaca, hice una disección, empecé a tomar fotografías y a sacar moldes. Mi tesis se llamó “LATIDOS”. La pieza que ganó el segundo premio en el Salón Nacional 2013 eran tres corazones de vaca que chorreaban sangre en cápsulas de acrílico colgados de ganchos.
RC: Tu obra tiene un toque muy meticuloso, casi científico. ¿Cómo es tu proceso creativo?
NP: Soy muy metódica. Trabajo con cajas rotuladas, donde organizo cuántos brazos izquierdos, cuántos derechos, piernas, cabezas. Me gusta investigar antes de crear. Desde mi primera serie, «Latidos», en la universidad, siempre he trabajado con órganos y partes del cuerpo como símbolos de la vida. En mi obra, el corazón es el inicio de todo. En este sentido, mi trabajo es tanto artístico como científico. Me interesa ir más allá de la simple creatividad y sumergirme en la investigación para darle sustento a la obra. Además, decido hacer todo en cerámica, usando gres blanco que compro porque prefiero dedicarme a modelar. Me atraen las piezas pequeñas, que invitan al espectador a acercarse y contemplarlas, generando un juego de inmersión en la obra.
RC: Y ahora que la serie «Un Futuro Posible» ha llegado a su fin, ¿qué sigue?
NP: Creo que esta serie ya cumplió su ciclo. Cuando llegás a una rebaja o liquidación, significa que ya no hay más que decir en ese contexto. Sin embargo, siempre estoy pensando en nuevas ideas. Sé que no me voy a alejar de la cerámica, porque es el material con el que me conecto profundamente, desde mi primera obra en séptimo grado, en el año 2000. Era una «casa de cerámica» para un curso de ingreso a la escuela Arranz. Desde chica quería ser artista y docente, y por suerte siempre tuve el apoyo de mi familia. Con mi familia hacemos los montajes y toda la logística: mi hermano se ocupa de la fotografía, mi padre de la parte de metales y pintura, mi madre… todos son un pilar fundamental en mi carrera.
RC: Es admirable tu capacidad para seguir investigando y explorando nuevas posibilidades. ¿Lográs vivir de la cerámica?
NP: Trabajo como docente. Llevo 17 años de antigüedad, y ese trabajo me permite seguir creando. Doy clases en primaria, secundaria, y también soy ayudante en la universidad. Además, trabajo con adultos en educación especial, donde hacemos talleres de cerámica. Mi obra no es comercial, nunca fue pensada para eso. Vivo de la docencia, y eso me permite trabajar con materiales caros, elegir cada detalle con cuidado y mantener mi independencia creativa.
RC: ¿Qué pensás del futuro de la humanidad, después de trabajar tantos años en esta temática?
NP: A veces me abruma pensar en el futuro, pero también tengo esperanza. Mi obra no es autoreferencial, pero refleja muchas de mis inquietudes. Sigo creyendo que podemos hacer algo mejor. Mi obra busca generar esa reflexión, ese choque, para que nos demos cuenta de hacia dónde vamos y si realmente es el camino que queremos tomar. Durante la inauguración, observé la reacción de la gente. Es muy fuerte, y está bien que así sea. porque quiere decir que no estamos ajenos y que somos sensibles y que estamos viendo que hay algo que nos resuena y que nos hace interferencia. Se reflexiona, en las devoluciones se escucha: ¿pero esto pasa ahora? Es una obra muy contemporánea, es la realidad de hoy.
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