Diego Armentano es ceramista argentino. Su nombre empieza a circular con fuerza en el ámbito de las artes del fuego, luego de una extensa trayectoria en el teatro y la docencia. En esta entrevista repasa su recorrido, los desafíos de reinventarse y el modo en que la cerámica se volvió su espacio de creación, experimentación y sentido.
RC: Para comenzar, ¡felicitaciones por los premios! ¿Cómo te describirías? ¿Quién es Diego Armentano?
DA: Me considero un trabajador outsider de la cerámica. Empecé a mostrar mi obra públicamente recién este año, y empecé muy bien. Hace apenas cinco o seis años que me dedico exclusivamente a esto. Tengo un taller en Floresta, en la Ciudad de Buenos Aires. En un momento de mi vida pegué un timonazo y me convertí en ceramista. No me mueven ni el éxito ni el fracaso: son cosas que ya procesé. Para mí, los premios son señales, estímulos. Lo único que realmente me importa es el disfrute. Porque si no disfrutás el proceso, el éxito no sirve de nada.



RC: ¿A qué te dedicabas antes?
DA: A muchas cosas. Durante 20 o 30 años estuve vinculado a las artes escénicas: actor, director, productor, docente. Más tarde trabajé en educación, ocupando un cargo directivo: Coordinador del Área de Artes en una escuela integradora. Allí trabajábamos con la teoría de las inteligencias múltiples, repensando el hacer docente. Había algo muy contracultural en ese trabajo que me permitió crecer, tanto en lo personal como en lo profesional.
Pero un día, alguien me mostró el trabajo de un ceramista estadounidense… y supe que eso era lo que quería hacer el resto de mi vida.
RC: ¿Y cuál fue ese momento en que decidiste hacer ese cierre cuidado en tu trabajo anterior y dedicarte por completo a esto?
DA: Fue durante la pandemia. Trabajaba por Zoom, daba clases, y al mismo tiempo torneaba piezas. Porque tanto en la docencia como en la cerámica, hay que poner el cuerpo. Y más en ese contexto de pandemia, la gente compraba y yo vendía muchísimo.
Y así fue como se dio mi pasaje de una actividad a la otra. Yo inicié esta actividad desde otro lugar, porque soy coleccionista de plantas exóticas —llegué a tener 700 u 800— y me pasaba que no me gustaba verlas en macetas de plástico; como mi balcón está a la altura de mis ojos, veía todo el conjunto: planta y contenedor. Entonces empecé a buscar algo más estético, con lógica botánica que se acercara a la estética del bonsái, pero no encontraba nada.
Hasta que descubrí el concepto de STAGING —muy común en EE.UU.—: la planta y la maceta como una única obra. Ahí empezó todo.
RC: Claro, … nada de formación en cerámica en ese momento, ¿verdad?
DA: Ninguna. Una amiga me dijo: “Lo tuyo es el gres”. Pero en ese momento, en Argentina, casi no se conseguía. Había muy poca gente que lo trabajaba, y menos aún que diera clases. Comprendí que necesitaba capacitarme en serio y tener mi propio espacio. Porque sin capacitación ni equipamiento, no iba a poder hacer nada de lo que quería. Me capacité de forma privada, me armé mi taller, hablé con ceramistas del exterior. Para mí, esto no era un hobby: era mi jubilación. Así de básico y contracultural era mi planteo.
Comencé a estudiar alfarería con Alejandra Rivero. Me capacité para todo esto con Verónica Kuwota, Mario Domínguez, Pablo Ruiz, Ana María Divito…Y fue ahí donde tuve mi primera feria, con las plantas y todo. Y fue un boom. Porque existe un ambiente de coleccionismo de plantas exóticas que, si no lo conocés, es difícil de imaginar. Yo llegué a hacer 120 macetas, todas piezas únicas, en gres. Con todas las formas que se te ocurran, con todos los colores posibles, porque ya había investigado pastas, esmaltes, todo lo hacía yo. Publicaba un catálogo cada tres meses… y se agotaba en media hora. Tenía el producto, tenía el nicho, tenía la gente. Tenía todo. Entonces lancé el producto, que se llamó Macetas Extraordinarias.
Después vinieron las MINI-MI, que eran macetitas muy chiquitas pensadas para algunas plantas sudafricanas —que no necesitan tanto espacio. Yo funcionaba como un ceramista con saber botánico o, un coleccionista con herramientas cerámicas. Podía asesorar desde ese lugar. Después vinieron las PEUQUE-PE, las Elegantes… todo fue mutando a medida que yo mismo iba conociendo más sobre la cerámica. Y de repente la gente me decía que eran obras de arte, objetos más escultóricos.



RC: ¿Y esas ventas te permitían vivir económicamente de la cerámica?
DA: En parte sí, pero no completamente. La facturación era alta, y hasta ese momento, el proyecto que combinaba botánica y cerámica funcionaba perfecto para lo que yo necesitaba. Sacaba un catálogo cada tres meses y se vendía en media hora, sin exagerar. El trabajo lo hacía íntegramente sólo en mi taller, este lugar que para mí es un paraíso terrenal. Después de 30 años de trabajar en equipos, acompañando procesos, sosteniendo emocionalidades ajenas, de repente estaba sólo conmigo. Eso también fue un proceso. Yo siento que uno de mis capitales es el juego, y el otro es la investigación: Jugar e investigar con lo que hago. Siempre dije: no vendo cerámica, vendo felicidad. Porque a mí esto me hace feliz.
RC: ¿Las pastas las hacías vos también?
DA: Lo sigo haciendo, y preparo los esmaltes.
RC: ¿hay boceto previo?
DA: A veces boceto antes de empezar, y otras veces trabajo directamente con la materia. Hay muchas cosas que van surgiendo en el proceso. Me interesa mostrar lo que se me escapa, lo que está por fuera de mi control. Eso es lo que busco. Estar atento, no para atraparlo, sino para verlo y dejarlo ir. Y eso no quiere decir que no lo pueda mostrar. Es una concepción. No se trata de dominarlo, sino de decir: ‘esto se me escapó, y sobre esto trabajo’. Tiene que ver con el juego. Y con estar muy atento. Hay una idea, pero que se va transformando. La mayoría de mis piezas, casi todas, están hechas en torno. Primero lo hice en el torno, después lo deformé y más tarde construí sobre eso. Es estar muy presente en el proceso, con el cuerpo y corazón.
Mis maestros, muchos de ellos alfareros, trabajaban desde lo tradicional. Pero lo mío va por otro lado. Yo trabajo sobre lo roto, sobre lo que se quiebra, sobre las cicatrices. No es algo que haya teorizado en un principio. Hoy puedo ponerle palabras, pero en su momento fue algo que simplemente apareció. No es controlado, no es planificado. A veces hacía una pieza perfecta en el torno, y justo se me caía o la tocaba mal… y lo que surgía en esa ruptura me parecía maravilloso. Justo en ese punto es cuando aparece: lo que se escapa. No es lo que uno planea, sino lo que sucede. Lo inesperado. De hecho, lo tengo escrito en el taller: “Esto es un laboratorio”. Y sigue siendo eso.


RC: En otras palabras, ¿vos trabajas sobre lo que, desde otra mirada, podría considerarse un error?
DA: Exacto. Esmaltes que no funcionan como corresponde, temperaturas que no responden como se espera… Yo siempre usé todo eso como un recurso estético, pero también como una forma de resolver. El 90% de las cosas que hacemos son errores.
Desde ese lugar estoy parado también en la vida.
RC: ¿Hubo algún momento en que pensaste en dejar la cerámica o cerrar el taller?
DA: A principios del año pasado, con una inflación del 118% y la luz por las nubes, pensaba en cerrar el taller. O, por lo menos, dejar de trabajar como venía haciéndolo.
Lo que hago ahora es más para bancar que para generar una ganancia real. A la vez, estoy conectado con otras búsquedas y empezando a aprender cosas nuevas.
RC: ¿Cuál fue el primero de los reconocimientos que recibiste? ¿Fue el del CAAC el que marcó el inicio?
DA: La primera fue una mención en Berazategui. Al día siguiente, en Avellaneda, llegó la mención especial del jurado. Y quince días después, el primer premio en Arranz. Todo sucedió en menos de un mes.



RC: ¿Y hasta ese momento no habías participado en ningún salón, concurso o espacio expositivo?
DA: Nunca.
RC: Las tres obras ganadoras tienen un concepto detrás…
DA: Bueno, en realidad son obras que ya había hecho el año pasado o incluso el anterior.
El año pasado viajé a Egipto y quedé muy impresionado con lo que viví, sobre todo en El Cairo. Fue algo que me marcó profundamente. En la clínica, Alejandra Jones me ayuda a rescatar eso… empiezo a darme cuenta de que muchas de las cosas que me habían impactado allá empezaban a aparecer en mi trabajo: en la pasta, en las texturas, en las formas. Pero todo eso sin una intención previa. No parto de una idea cerrada. Yo hago, y después empiezo a descubrir de qué se trata lo que hice.
RC: primero es el hacer, el contacto con la pasta… y luego entendés de qué se trata lo que hiciste.
DA: Sí, hago, en una línea más cercana a lo artesanal, al objeto artesanal. Reflexioné mucho sobre esas categorías que, desde mi desconocimiento, no terminaba de distinguir: lo artesanal, lo artístico, lo comercial… A veces todo eso me desorienta, pero al mismo tiempo me obliga a repensarme.
RC: elaborar una memoria conceptual. ¿Esa memoria te ayudó a ordenar el trabajo?
DA: Tal vez con el trabajo de tomar notas, tanto mentales como escritas, yo soy muy del registro. No solamente por mí, sino porque me parece que forma parte del trabajo. Por ejemplo, con mis clientes, me gusta hacerlos partícipes del proceso, les mando fotos, videos, mis impresiones. Les digo: “entra al horno, crucemos los dedos para que todo salga bien”. Y cuando falla, también lo muestro. Porque todo ese trabajo que hay detrás, la gente en general no lo sabe.
RC: Una ceramista me decía: “hay que explicarle a la gente lo que es ser ceramista, porque muchos piensan que es hacer ceniceros”…
DA: Yo entiendo que para el público común una taza sea lo mismo hecha por uno o por otro. Por ejemplo, yo alquilo el horno, ofrezco un servicio de horneada que denomino profesional. Primero, porque yo superviso la horneada. Hasta que el horno no termine, no me voy del taller. Respeto la curva de cocción. Si vos tenés tu pasta bizcochada, te ofrezco venir a esmaltar, de modo que es más que hornear: es compartir el proceso, es acompañar. Aprendemos juntos.
RC: Claro, ¿vos diferenciás lo artístico de lo utilitario?
DA: En principio, no. Para mí, todo forma parte de lo mismo. A veces depende del ámbito. Hoy, por ejemplo, hago macetas para bonsái. Y mientras tanto hago mis casitas, mis obras más artísticas. Empiezo a convivir con todo eso.
En el caso del primer premio, me refiero a la obra que se llama «El peso de un espacio vacío”. Es un cubo exacto, completamente vacío por dentro, que puede parecer una jaula. Lo que más me fascina no es sólo la forma, sino el proceso de construcción. Esas paredes tan delgadas, es un trabajo donde todo el tiempo hay peligro: se seca, se cocina, se rompe. Y yo los dejo así, porque hablan de esa historia, de la materialidad, del proceso.
Ahora lo que me interesa es el proceso. Estoy comprendiendo que mi trabajo tiene varias capas. Es la primera vez que también tengo que abordar una memoria conceptual, y estoy aprendiendo a hacerlo.

RC: Vos que estuviste en otras disciplinas artísticas, ¿esto que vivenciás en la cerámica, también se da en otras artes? ¿Se vive de la misma manera en el teatro, por ejemplo? ¿En otras prácticas?
DA: Donde no se da así, o con gente que no es así, no me contacto. Así es como me gusta trabajar. Algo que noto en el mundo de la cerámica es lo difícil que nos resulta comunicar, y también entender a quién le estamos hablando. ¿Y qué es lo que estamos comunicando, en realidad? A mí me gusta comunicar, compartir lo que hago, difundirlo. Y eso me parece fundamental: ¿a quién le hablamos?
RC: ¿Y cómo lográs esa conexión con el público? Porque en una obra de teatro hay una respuesta inmediata: un aplauso, una emoción, algo que sucede en el momento.
DA: En mi cabeza estoy trabajando en eso: cómo hacer para que el hecho teatral ocurra en una muestra. Porque me parece que ahí hay una vacancia. En las artes plásticas muchas veces es: “miren”, y que interprete el público. Vuelvo a la pregunta: ¿a quién le hablamos? ¿Incluimos a todos cuando hacemos una muestra? ¿Qué mostramos?
RC: ¿Decís que hay vacancia?
DA: Sí, que no se produce el hecho de diálogo.
RC: eso que planteás es un desafío muy grande…
DA: Es toda una inversión, estar presente, proponer cosas. Es más allá de la obra. Me parece que hay algo amoroso en eso. El compartir, el mostrar, es un gesto amoroso. Mostrar es una acción concreta, real, que tiene un objetivo. Me parece que una muestra debería ser “una experiencia”. En lo posible, inmersiva.



RC: ¿quiénes fueron los que más te marcaron en tu carrera?
DA: En alfarería: Alejandra Rivero y el grupo Fragmentos. Lucas Cebrian. Luego mi perspectiva cambió a partir de mi trabajo con Alberto Bustos, Gabriela Beruti, Alejandra Conejero … La clínica de obra con Alejandra Jones, fue muy importante, me abrió una mirada distinta pero que ya se venía gestando.
RC: ¿Hacer la clínica de obra fue un cambio en todo el proceso?
DA: Sí, tuve que hacerme cargo de que lo que hacía tenía una impronta. Descubrir esa mirada me enriqueció. No para “hacer arte” sino para darle una vuelta de rosca a lo que venía haciendo y ubicarlo en el lugar que le corresponde. Agradezco profundamente el camino que recorrí, a las personas que me acompañaron y me siguen acompañando.
No tengo idea qué camino se viene, pero eso también está bueno. Estoy atento. Hay cosas que se me siguen escapando, y está bien que suceda así. Mientras tanto, me dejo ser. Tengo la posibilidad de hacerlo. Me he formado, me sigo formando, soy curioso. No todos tienen las posibilidades que yo tuve, entonces siento que tengo que devolver. Toda mi educación fue pública. Lo que hago es mi forma de devolverle algo a la gente, con trabajo.
Pertenezco a una comunidad, soy parte de una comunidad, y no me puedo olvidar nunca de eso. Por eso cuando mi maestra, Alejandra Rivero, me dijo: “Cuando pongas un precio, no desprecies el trabajo de los demás”, entendí que va más allá de lo económico. Tiene todo el sentido. Todos mis compañeros y maestros fueron muy generosos conmigo. Y yo no puedo menos que devolver eso. Creo en esa retroalimentación, creo que la energía circula.

Agradecemos a Diego Armentano por compartir su recorrido, marcado por la sensibilidad, la ética y el juego. Le deseamos que la cerámica siga siendo para él —y para quienes lo rodean— un espacio de búsqueda, aprendizaje y comunidad.
DIEGO ARMENTANO: @diegoe_ceramica
https://www.instagram.com/diegoe_ceramica/