A mediados del año 1995 fuí invitado por un grupo de ceramistas que, angustiados por la muy mala situación económica, intentaban hacer oir su protesta. En las primeras reuniones se escucharon propuestas acerca de como se podría concretar dicha protesta y las hubo de todo tipo, algunas tibias e intrascendentes y otras más agresivas y hasta delirantes. Pero la que más me llamó la atención fue la de un ceramista que me consultó si era posible agregar insecticida a un esmalte de alto plomo, para reforzar su poder tóxico, pues lo quería utilizar en un juego de vajilla que se le regalaría al ministro de economía.
Finalmente se impuso la sensatez y se votó, por amplia mayoría, un evento-protesta que se denominaría “Ceramiseria 95”. Dicho evento consistía en una sentada, frente al Ministerio de Economía, que se realizaría el día de la primavera. Cada participante debería llevar un trozo de tela de arpillera sucia y rota o remendada y sobre ella colocarían, en el piso, algunas piezas cerámicas de su producción.
Los organizadores especulaban que no sólo se haría oir la protesta sino que también se podría vender algo a los transeúntes más solidarios.
Faltaban alrededor de dos meses para la fecha elegida y la intención de todos era lograr una impecable organización para asegurar el resultado. Con esa finalidad se formaron varias comisiones para comenzar a trabajar de inmediato, pero nos dimos cuenta, con sorpresa, que había más comisiones que voluntarios y hubo que reducir el número de las mismas a por lo menos la mitad. A mi me tocó en la comisión de prensa y nuestro trabajo consistía en propalar la iniciativa entre los demás ceramistas. Pero los que tuvieron dificultades fueron los de la comisión de finanzas que tenían que recaudar fondos para los gastos de organización y por más que se esforzaron no lograron juntar ni un peso. Se hizo una reunión de emergencia para considerar el tema y se habló de colectas, rifas y hasta hubo uno que propuso que se lo enviara a Washington, con todos los gastos pagos, para gestionar un préstamo en el F.M.I. En ese momento no me quedó claro si su pedido fue rechazado por que se dieron cuenta que era un oportunista, de esos que nunca faltan, o simplemente por que no había ni un peso.
Finalmente se decidió, a falta de mejores opciones, que cada uno llevaría lo que pudiera y el resto se improvisaría. También se haría una última reunión, tres días antes de la protesta, para evaluar la marcha de los preparativos. Pero llegado el día de dicha reunión, la mayor parte de los convocados, como si se hubieran puesto de acuerdo, explicaron que no habían podido terminar las piezas ni tampoco conseguir la arpillera solicitada y algunos de ellos dijeron no tener ni para el colectivo.
Ante la dura realidad se decidió postergar la protesta dejándola para tiempos mejores. Algunos pensamos, desconcertados, que si alguna vez tuviéramos tiempos mejores para qué ibamos a protestar?
Actualmente atravesamos épocas preelectorales y seguramente comenza-remos el próximo milenio con un nuevo gobierno. Cualquiera sea su signo nadie nos puede garantizar que no tendremos nuevos ajustes y políticas recesivas. En ese caso tenemos que estar preparados para una nueva protesta y sería muy importante utilizar toda la experiencia que nos proporcionó “Ceramiseria 95” para que esa vez sea más efectiva.
Por mi parte estoy seguro que si llega esa ocasión ya se nos ocurrirá algo mucho mejor.
Ceramiseria 95
por Julio Gómez - 07/1999