A fines de la década del sesenta, un sábado por la tarde, en una de mis habituales recorridas por los talleres visité a una conocida ceramista de la zona norte, Acassuso para ser más preciso, cuando estaba por despedirme me preguntó si había oído hablar de Don Javier Ramoneda, un ceramista vecino suyo hacía poco llegado de España, y ante mi negativa sugirió que fuera a conocerlo y opinó que me resultaría muy interesante. Todavía era temprano y decidí visitarlo esa misma tarde. Ramoneda vivía a solamente un par de cuadras en un pequeño chalet con jardín al frente, cuando me presenté me recibió cordialmente y me invitó a pasar, charlamos un largo rato y me comentó que vino de España debido a que allí el ambiente era muy represivo y no le permitía realizar realizar su obra con la libertad que esta le exigía, le comenté acerca de mi interés en conocer su obra y me dijo que la próxima vez que lo visitara lo haría con mucho gusto, noté que al decirlo su mirada perdía brillo.
Siguieron unos días de gran excitación y una inusual ansiedad me impulsó a volver a su casa el sábado siguiente, lo hice sin avisarle, como habíamos convenido, pero me recibió muy contento y mientras tomábamos un té me habló de gran cantidad de cosas, parecía eufórico y luego me pidió que lo tuteara y lo llamara Dom Javier lo que me pareció incongruente, no podía tutearlo y al mismo tiempo decirle Don Javier !, además noté, y me molestó, que pronunciara dom en vez de don y me dí cuenta que exageraba para hacerlo más evidente, comencé a impacientarme y lo debe haber notado pues interrumpió su charla y me preguntó si estaba preparado para conocer su obra, luego me condujo hasta el fondo de la casa y en un pequeño cuarto que parecía una despensa, bajo una alfombra, estaba la entrada a su taller, bajamos a un sótano por una escalera algo desvencijada y el lugar era oscuro y con fuerte olor a humedad, Don Javier ( o Dom ) encendió un par de velas y entonces pude observar
una estantería con una regular cantidad de piezas y una mesa baja y larga de color negro con una cruz blanca pintada en el centro, no se veían hornos ni herramientas, Dom Javier tomó una de las piezas y la colocó sobre la mesa justo encima de la cruz blanca, en ese momento percibí una extraña sensación y tuve el impulso de tocar la pieza pero no pude, una barrera, seguramente psicológica, me lo impidió, después me siguió mostrando otras piezas siempre ubicándolas sobre la cruz. Los diseños eran vulgares pero las piezas irradiaban una fuerza vital que las hacía fascinantes, al rato salimos del lugar y experimenté un gran alivio, estaba muy confundido y traté, inutílmente, de ordenar mis ideas, casi sin pensarlo le dije a Don Javier que debía presentar sus cerámicas en algún Salón y si los jurados experimentaban la misma
emoción que yo había sentido seguramente premiarían su obra, me miró fijamente y nuevamente sus ojos perdieron brillo, luego me dijo que evidentemente yo no había captado el verdadero sentido de sus obras pero confiaba que en el futuro lo haría, me acompañó hasta la puerta, me tomó de los hombros y me besó en la frente, en ese momento no pude evitar decirle ! Dom Javier !
Pasaron varios meses antes que decidiera visitarlo nuevamente, al llegar encontré a otra gente y me dijeron que Dom Javier ya no vivía alli ( me pareció que pronuncia ron Dom pero no estoy seguro! ), sorprendido fui hasta la casa de su vecina, la cono cida ceramista, quien me confirmó que Dom Javier ( ahora sí estoy seguro que pronunció Dom ! ) se había ido a otro país, no sabía cual, pues aquí tampoco podía realizar su trabajo, enseguida me hizo jurar que no revelaría su nombre ( el de ella ) y por eso no lo hago y me recomendó que hablara de esta asunto lo menos posible, por mi seguridad.
Pasaron ya muchos años y he tomado plena conciencia de que al desvincularme de Dom Javier ( perdonen, pero aún hoy no puedo evitar pronunciar Dom ! ) he perdido una oportunidad irrepetible en mi vida de ceramista y si hoy escribo estas líneas, con todo el riesgo que ello implica, lo hago con la secreta esperanza de que alguien que lo conozca o lo haya conocido pueda darme algún indicio de su actual paradero. Desde ya muchas gracias.
Recuerdos de Javier Ramoneda
por Julio Gómez - 11/2000