No hace mucho tiempo, concretamente a mediados del año pasado, me llamó una ceramista, ex-alumna mía, para consultarme sobre unos nuevos talleres de cerámica virtual. Le expliqué que nunca había oído hablar de esos talleres y le pedí más datos. Me dijo que se había enterado por comentarios de una amiga suya que había comenzado a tomar clases, recientemente. Le pedí que cuando la viera tratara de conseguir más información acerca de esos cursos y luego me llamara para contarme.
Lo prometió. Quince días después volvió a llamarme y me contó que se había entrevistado con su amiga, luego de varios intentos, y esta señora le explicó que había hecho un juramento ético que la inhibía de transmitir información. Además de eso la notó rarísima, como en otro mundo. Aparte de sorprendida y también muy preocupada se comunicó con el marido de su amiga y le comentó la situación. El hombre le dijo que su mujer siempre había sido rara pero que ahora tenía un brote impresionante.
Cuando volvió a llamarme yo ya estaba más que curioso, le propuse ir juntos a ese taller para averiguar personalmente, le gustó la idea y aceptó, combinamos un día y fuimos. El lugar, tras un alto paredón y con una pequeña puerta enrejada, no mostraba nada diferente. De pronto una voz fuerte y distorsionada, que parecía salir de una rejilla en la pared, nos sobresaltó al preguntarnos qué queríamos, le explicamos nuestro interés en los cursos de cerámica virtual y la misma desagradable voz nos dijo que perdíamos el tiempo que allí no había nada de eso. A continuación se escucharon fuertes ladridos y después nada.
Todavía sorprendidos por la inesperada situación decidimos ir a tomar un café y pensar más tranquilos. Suponíamos que me habrían reconocido y se nos ocurrió que lo mejor sería que fuera alguien menos conocido.
Al otro día hablé con un par de ceramistas amigas a las que les pareció muy interesante la situación. Se prepararon bien, para no ser sorprendidas, y muy decididas se presentaron una tarde. Con mi ex-alumna las esperamos en un bar cercano.
Las atendió la misma voz desagradable, oyeron fuertes ladridos y luego fueron invitadas a entrar. Estuvieron casi una hora y cuando salieron nos relataron que las había atendido un hombre bajito, peruano o boliviano, que se comunicaba con el Maestro (así lo llamaba) mediante un viejo teléfono de campana o algo parecido.
El Maestro tenía esa voz desagradable que crispaba los nervios y les dijo que la información relativa al curso de “Cerámica virtual” la iban a recibir durante el desarrollo del mismo y después de haber pagado, aclaró. También les habló del juramento ético y amenazó, elípticamente, a los que no lo respetaran.
Al salir una de las chicas se guardó en el bolsillo un folleto que encontró en un rincón. Luego al leerlo nos enteramos que, junto con la cerámica virtual se enseñaba arcilloterapia, religiones esotéricas y se realizaban viajes astrales. Las chicas se entusiasmaron con la oferta pero al vernos reír tanto parecieron avergonzarse y cambiaron de idea. Les agradecimos, nos despedimos y al regresar lo hice reflexionando sobre las posibles ventajas de la cerámica virtual.
Cerámica virtual
por Julio Gómez - 07/2002