LA CERAMISTA

por Julio Gómez - 08/2015

Me llamó un amigo, también ceramista, y me dijo que tenía una invitación para visitar a «La ceramista» y me propuso que lo acompañe sabiendo del interés que yo seguramente tendría .Por mi parte ya había oído hablar de «La ceramista» pero no tenía bien claro si era alguna persona o el nombre de un taller, cuando se lo pregunté me dijo que ambas cosas. «La ceramista» estaba situada a unos 100 Km. de la ciudad de Buenos Aires, hacia el Oeste, y relativamente cerca de la ciudad de Mercedes. Según mi amigo esta señora ( y su taller ) habían realizado una exitosa carrera en el ámbito de las artesanías y sobre todo de la cerámica , a tal punto que «La ceramista» decidió mudarse a prudente distancia de la capital para evitar el asedio de los curiosos que querían conocerla y aún así muchos de ellos se transladaban hacia su nuevo domicilio y a raíz de ello la localidad adonde se había instalado se vió muy beneficiada por el movimiento turístico que esto fue generando, sobre todo un polo gastronómico muy exitoso, no voy a dar más referencias por expreso pedido de «La ceramista» quien aceptó tan gentilmente mi presencia cuando fuimos a visitarla. «La ceramista», a esta altura de su trayectoria, necesitaba más tranquilidad para desarrollar su proyecto, la producción de cuencos, y nos explicó que en su primera etapa profesional encaraba todo tipo de productos y diseños hasta que se dió cuenta que la especialización en uno de ellos, en este caso los cuencos, le resultaba más conveniente y así fue creciendo, en cantidad y calidad, y hoy se la puede considerar una referente a nivel local e internacional. En un momento de la entrevista, ya cerca del mediodía, una de las ayudantes de «La ceramista» nos acercó una gran bandeja de forma cuadrada, hecha en cerámica de una sola pieza y donde pude contar 100 ( 10×10 ) pequeños cuencos conteniendo diferentes alimentos y sorprendido por la cantidad y calidad de los mismos le comenté a «La ceramista» que un lugar gastronómico con tan tentadora oferta podía ser muy exitoso, de inmediato me comentó que ya lo había pensado y también que había recibido numerosas propuestas pero que por ahora no le interesaba, luego agregó que era muy difícil mantener tanta variedad de estas originales recetas y que en esta ocasión se había visto obligada a repetir el contenido de algunos cuencos y luego se disculpó por haberlo hecho. Finalizada la entrevista, ya de regreso, comentábamos con mi amigo que «La ceramista» era un extraordinario personaje de nuestra cerámica y que merecía mucha más difusión por su tarea pero su deseo de mantener tan bajo perfil era el principal obstáculo. Hoy creo que, de alguna manera, estoy traicionando su pedido de discreción y por eso le pido disculpas por no poder evitarlo.