Florencia Califano nos envía esta información de lo realizado en Tilcara, pcia de Jujuy :
El 9 de octubre en el “Museo Nacional José Antonio Terry” inauguramos la muestra “A pulso” que forma parte del ciclo de exposiciones temporales “El territorio no es un mapa” con la curaduría y montaje a cargo de la artista jujeña Florencia Califano.
Desde el museo nos proponemos descolonizar nuestro hacer cultural y propiciar un diálogo horizontal basado en el respeto mutuo entre todos los actores culturales. Nos proponemos construir desde el arte un idioma simbólico heterogéneo, inclusivo y equitativo.
Como “habitantes en frontera”, vivenciamos la intensidad interactiva de lo humano y la naturaleza de nuestro territorio. Es por esto, que desde el ciclo de exposiciones repensamos las categorías artísticas coloniales. Por ejemplo, arte popular que refiere al artista no ilustrado y fuera de la academia; y artesanía, al conjunto de objetos realizados por anónimos generalmente mestizos e indígenas.
Las artistas que participan en la segunda muestra del ciclo poseen el mismo oficio: la cerámica. Cada una utiliza la tierra cocida como material de expresión y modo de vida. Las integrantes de este segundo mapa son: Eusebia Reynaga, María Carolina Moreno y Alicia Saravia junto al grupo de alfareras Chané Orembiapo Maepora.
A pulso Soberanía ollera y otras tribus materiales.
Ceramistas expositoras:
Eusebia Reynaga (BOL-ARG), María Carolina Moreno (ARG)
Orembiapo Maepora comunidad chané Tutuatí (ARG):
Elizabeth López, Vicenta Ovando, Lilia López, Ester López, Gabriela Orio, Claudia Sanchez, Felisa Ruiz, Soledad Ruiz y Alicia Saravia.
Curadora: Florencia Califano.
Director: Juan Muñoz
Una alfarera conoce del tiempo de espera y de la paciente constancia de perseverar sobre una forma, también sabe de prisas y frustraciones porque la quema siempre es un volver a empezar. La cerámica es domesticar la arcilla, imprimir la memoria de una huella para dominar un cuerpo físico y movilizar sus partículas.
El barro cocido posee historicidad, construye un relato a través del tiempo que nos permite reconstruir el pasado a través del modo en que la alfarera modeló un cuenco, un asa o decoró una vasija. De esta manera, la cultura cerámica de un pueblo construye un código material simbólico que nos conecta con recuerdos atávicos de nuestra propia historia.
Organizando y construyendo una comunidad sedentaria alrededor del fuego y de la comida almacenada en el interior de sus ollas, la cerámica se relaciona con la vida en la agricultura. La morfología de cada olla está directamente determinada por su contenido. No es lo mismo transportar agua, chicha, * que cocinar charqui* o maíz. También la cerámica tiene una relación directa con la muerte, al utilizarla en el enterramiento de los difuntos en vasijas especialmente modeladas y decoradas que contienen a ese ser que dejó el mundo de los vivos.
Un ajuar de cerámicas siempre acompañaba el viaje hacia el mundo de los muertos. Tierra cocida enterrada en la tierra fértil a modo de mortaja natural y primigenia.
Este saber que antecede a la práctica individual es un conocimiento matérico construido de forma comunitaria que aglutina saberes y los modela “A pulso”. Las ceramistas que forman parte de la muestra reconstruyen en sus trabajos este legado, de rituales en torno a un fuego, portadoras de un imaginario colectivo ya sea basado en la práctica empírica de un oficio a base de prueba y error o de la metódica exploración científica de la química. Esta historia tribal entorno a la tierra cocida se imprime una vez, otra vez y cada vez que una ceramista prepara su arcilla para modelar una pieza, también cuando abre el horno e imagina un resultado. La alfarera vuelve sobre sus pasos para seguir el mismo camino hasta lograr esa reconciliación amorosa entre idea y materia.
Los elementos básicos que usamos las y los ceramistas son arcilla, agua y fuego. La combinación acertada del líquido con la tierra nos permite modelar el barro. El fuego transforma físicamente la materia, vitrificando su cuerpo y volviéndolo resistente. No hay cerámica sin fuego: es el acto final en todo proceso cerámico.
Existe un cuarto elemento intangible que siempre está presente en toda pieza cerámica y que se mezcla junto a la arcilla: la memoria. No existe una cerámica sin pasado, sin carga cultural. El barro guarda la memoria de las manos que lo amasaron. Todos los pueblos transportan en vasijas su memoria, su cultura.
*Chicha: Bebida alcohólica americana hecha con maíz o maní fermentado.
*Charqui: Carne salada y secada al aire o al sol para que se conserve.
Florencia Califano / Curadora
El territorio no es un mapa . Cartografías de las artes contemporáneas argentinas desde la frontera.
Un territorio no se delimita por las líneas de un mapa, sino, por los afectos que nos vinculan a nuestro paisaje social. Todo arte realizado en un país le pertenece, sin distinción del lugar geográfico de nacimiento donde ese arte habita; o el color de la piel que lo ejerce.
Poner el cuerpo en este espacio de frontera nos obliga al movimiento constante, a construir desde lo que se tiene cerca, para cimentar una comunidad o ayllu cultural que tenga un punto de vista propio, ecléctico y dinámico, con una mirada extensa que no se limite a los bordes provinciales.
Teniendo en cuenta las complejidades de nuestras identidades, nos proponemos repensar nuestros modos de hacer para inventar nuevas formas de construcción artística, las cuales estén basadas en prácticas amorosas y de cuidado hacia el otro.
Cuestionamos con nuestros cuerpos en territorio nuestra propia comprensión de arte, para poder entendernos, establecer puentes y comenzar a vincularnos de forma diferente; es decir, desde la consciencia de que cambiar el propio mundo debe ser de manera colectiva, asumiendo las diferencias como fortalezas.
Por eso también agradecemos esta comunidad y tribu de barro que colaboró para enriquecer a este espacio común.
Florencia Califano / Curadora