Vino por recomendación de un amigo, tendría unos cuarenta años y vestía ropa sport muy fina. Se presentó como un asesor especializado y me dió una tarjeta donde se leía su nombre y abajo, remarcado, «Ceramic Personal Trainer». Le comenté que no conocía esa modalidad y le pedí que me explicara. Me dijo que la cerámica, así en general, era una ciencia muy vasta, casi infinita, y que la gente que se dedicaba a ella siempre suponía que sabía mucho y en la mayor parte de los casos conocían muy poco. Él con sus conocimientos y su particular metodología me podían ser de gran utilidad en el desarrollo de mi profesión. Le expliqué que, en mi caso particular, ya tenía casi treinta años de experiencia pero estaba siempre interesado en aprender cosas nuevas y le pedí que me detalle sus conocimientos.
Pareció sorprendido, aunque se recuperó rápidamente, y me explicó que el método que empleaba no se basaba solamente en la cantidad de conocimientos que uno pudiera tener sino en la aplicación de técnicas de marketing de avanzada para que pudieran rendir al máximo de sus posibilidades.
Le dije que estaba estudiando marketing y que ya había leído los últimos libros de Philip Kotler. No se dió por vencido y me aclaró que ese no era el tipo de marketing al que él se refería y me habló de un psico-marketing con énfasis en lo espiritual como el primer paso hacia una nueva religión. No soy creyente y la palabra religión me produce alergia. Cuando se lo hice saber perdió la calma, se congestionó peligrosamente y casi gritando vaticinó que con esa mala onda yo era un seguro candidato al fracaso. Lo vi tan mal que sentí culpa y al acompañarlo hasta la puerta le sugerí que intentara con una conocida gurú de la cerámica que estaba en su mismo camino. Lo despedí deseándole suerte.
Ceramic Personal Trainer
por Julio Gómez - 07/2001