Nos encontramos una tarde y charlamos largo rato sobre esmaltes cerámicos. Estábamos en un bar y de pronto me invitó a su taller donde, me explicó, podría mostrarme algunas cosas que seguramente me iban a sorprender. Muy interesado acepté pensando con qué tema podría sorprenderme y cuando llegamos y pude ver una estantería, muy bien iluminada, con gran cantidad de piezas torneadas y vidriadas con esmaltes de extraordinarios colores y texturas, me dí cuenta de inmediato a qué se refería. Estuve bastante tiempo observando, y tratando de descifrar, aquella cerámica tan diferente a la que yo conocía, algo que podía superar al ceramista más imaginativo y tan diferente era que llegué a pensar que no era cerámica. Por su parte percibió mi desconfianza y comentó que no le sorprendía y propuso que si yo quería podíamos comprobar, experimentalmente, que los materiales y procedimientos que había utilizado eran estrictamente cerámicos. Me pidió, a continuación, que le sugiriera alguna manera de hacerlo y se me ocurrió lo clásico : la prueba de fuego. Elegí algunas piezas, al azar, y las horneamos a 800ºC en un rápido horno de pruebas, enseguida abrió el horno, todavía al rojo, y con una pinza como para Raku sacó, una a una, las piezas y las sumergió en agua. Una vez enfriadas me las ofreció para examinarlas y pude observar, con sorpresa, que colores y texturas permanecían intactos y no había huellas del shock térmico recibido ni de las pinzas utilizadas. Bastante excitado le pedí que me explique que era ese extraordinario material y me dijo qué era cerámica incierta. Como no le entendí bien volví a preguntarle, esta vez buscó un libro cuyo título era , precisamente, “Cerámica incierta” y me lo ofreció para que lo hojeara y si así lo deseaba tomar algunos apuntes. Lo hice de inmediato y pude ver que todas las recetas detalladas estaban compuestas por materiales conocidos, fáciles de conseguir, y fui tomando nota de lo que me parecía más interesante. Le agradecí y me despedí con impaciencia.
Estuve dos días trabajando sin descanso, consiguiendo los materiales indicados, preparando las mezclas, aplicando los esmaltes y horneando según las precisas indicaciones. Cuando abrí el horno, todavía bastante caliente, no se veía ninguno de aquellos maravillosos colores y texturas. De inmediato lo llamé por teléfono y le expliqué lo sucedido y me dijo que ya me había advertido que aquello era cerámica incierta y como tal había resultado y sin esperar respuesta cortó la comunicación. Sintiéndome burlado fui a buscarlo a su taller para pedirle explicaciones. El señor que me atendió me dijo que la persona que yo buscaba había muerto años atrás y que el había comprado la propiedad a los herederos, también agregó que estaba muy sorprendido por la cantidad de personas que, continuamente, buscaban al ceramista.
Cerámica incierta 1
por Julio Gómez - 11/2006