Desde el 27 de 0ctubre al 27 de noviembre, Natacha Avellaneda y Mariana Casas exponen sus obras en la muestra «CONVIVIENTES» en el espacio Un muro Arte Contemporáneo ubicado en la calle Manuel Belgrano 232, La Rioja.
En una reunión en casa, a las apuradas, planteamos los lineamientos de la muestra. La muestra sería una convivencia entre ellas, entre las obras, entre las obras mi gato y Yo. La palabra en sí me lleva de primeras a mis experiencias de pareja, después a esas reuniones religiosas (a las que nunca felizmente asistí). Busco en Google y leo: coexistencia pacífica y armoniosa de grupos humanos en un mismo espacio. Y ahí mismo pensé…es lo que casi siempre pasa en Un Muro.
En los trabajos de Casas puedo ver una paleta muy arriba, colorida con fondos casi siempre oscuros. Las cerámicas no pueden separarse de las pinturas, recorren el mismo camino. Su temática centrada en el rescate pictórico de las tradiciones, costumbres y rituales norteños, las ferias pueblerinas, los carnavales, los velorios de “angelitos”, y las procesiones serán sus asuntos permanentes, aunque siempre maravillosamente cambiantes. Me cuenta que abreva en su proceso creativo en mitos y leyendas, en cuentos de tradición oral. Gente atormentada por lo sobrenatural son su inspiración .Sus hábitos, sus abominaciones, sus creencias. Se pregunta obsesivamente: ¿qué piensa la gente cuando reza? ¿Cuando decide hacer un sacrificio? ¿Cómo se transita la espera de un milagro? Formalmente sus imágenes tienen una apariencia ingenua, casi infantil pero con algo que perturba. Quizá la inminencia de un fenómeno mágico, sobrenatural. Percibo en sus personajes, sean humanos, animales o flores una horizontalidad. No hay jerarquías, todos somos iguales.
Avellaneda tiene un camino, por todos conocidos en nuestro ámbito, de arte comunitario, popular y público. Encara esta serie de trabajos (tanto pinturas, dibujos como cerámicas) desde otro lugar: Desde una búsqueda introspectiva e intimista. Indaga sobre la condición femenina, el género, reflexionado siempre desde un lugar social, nunca aislada del contexto y del paisaje que habita. En la aparente calma de sus trabajos, siempre hay un espacio para incomodar, para hacernos pensar n lo que habitualmente evitamos. Colores neutros con toques de colores puros y algo que no deja de recordarme la pintura tribal y los experimentos lisérgicos. La urgencia expresiva que puedo advertir se transmite, se transparenta en sus imágenes. Personajes aislados o en grupos, en llamas, con ojos que se multiplican en múltiples lecturas de lo mismo. Casi un homenaje al sobre pensamiento. Pienso en algo que plantea Sontag sobre la interpretación. Sobre esa subjetividad. La idea de un bebé que arroja un objeto al abismo, creando un vacío, una pregunta en el aire, para que nosotros lo rellenemos. Creando así un primer acto de magia compartida.
Pienso en los grandes muralistas mejicanos. En Siqueiros en Orozco, en Rivera. Ellos establecieron un nexo entre el rescate de las altas civilizaciones precolombinas, las urgencias políticas revolucionarias y la expresión moderna. Ese mismo espíritu me parece el eje conductor de estas convivientes. Y en el contexto socio político de hoy lejos de ser anacrónico es terriblemente actual y necesario.
Hugo Albrieu
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