Mary Cortese, ceramista y excelente decoradora, fue chica de tapa del Nº 5 (primer aniversario) de esta publicación. También es compañera de trabajo en la empresa “Arte cerámico” y en alguna oportunidad, conversando sobre ceramistas, comentó que nunca había conocido un ceramista feliz.
En un primer momento estuve de acuerdo pues yo, que conocía tantos ceramistas, había notado lo mismo, pero un rato más tarde recordé a Juan Canalejas, el único ceramista que conocí que se declaró feliz. En realidad cuando me lo dijo no lo entendí bien pues por lo que yo sabía, le salía todo mal. Intrigado le pregunté cuál era el motivo de su felicidad, por lo menos en cuanto a su cerámica, y me explicó que como nunca le salía nada bien había sufrido mucho hasta que alguien le aconsejó que recurriera a “Ceramistas anónimos”, asociación de ceramistas con problemas y dispuestos a brindarse mutua ayuda.
Luego de algún tiempo de asistir a las reuniones comenzó a revertir la situación y después tampoco le salía nada bien pero ya no le importaba. Como me interesé en saber cómo lo había logrado me fue explicando que, en algún momento, entendió que era mucho más importante ser feliz que hacer las cosas bien y como ejemplo me nombró a varios ceramistas que, aparentemente, hacían todo bien y que al verles la cara uno podía imaginarse cómo se sentían. Como a él las cosas le seguían saliendo mal su economía también estaba mal, pero como ya no le importaba eso lo hacía feliz y de a poco fue recobrando el optimismo perdido y pensaba que algún día todo le iba a salir bien, su economía mejoraría aunque tenía miedo de ello pues creía que a partir que eso ocurriera podría volver a ser infeliz y ante esa posibilidad lo único que se le ocurría era no cambiar nada. Luego me siguió explicando un buen rato más y de pronto, felizmente, se dio cuenta que ya era muy tarde y se fue, sin saludarme. Como lo ví tan contento no me importó.
El ceramista feliz
por Julio Gómez - 06/2006