No hace mucho tiempo fui invitado por un joven ceramista, a su taller, explicándome que tenía algo para mostrarme que podía ser de mi interés y además me dijo que le sería muy útil conocer mi opinión, cuando llegué a su taller me pareció un lugar que ya conocía lo que se confirmó cuando mencionó el nombre de su padre, recientemente fallecido. Este señor se había desempeñado, en la cerámica, durante muchos años y había alcanzado cierta notoriedad, quiero aclarar que no voy a publicar su nombre por expreso pedido de su hijo y les puedo asegurar que me dió muy buenas razones para ello. Después de ver algo de su producción cerámica el joven me explicó que el motivo principal de su invitación era mostrarme un retrato de su padre que había sido realizado por un conocido pintor, amigo suyo. En dicho retrato se podía ver al veterano ceramista trabajando en su torno de alfarero y mirando hacia el pintor como si este fuera a fotografiarlo, lo que más llamaba la atención era su expresión que a algunas personas les parecía estúpida pero a otros diabólica. Cuando su hijo me pidió opinión no supe que decirle, por lo menos sin ofenderlo. A continuación me comentó que sabía que el retrato era valioso, por la firma de su autor, y que había intentado donarlo a distintos museos públicos e instituciones de Arte cerámico y en todos los casos había sido rechazado, en ocasiones de bastante mala manera. En otra oportunidad lo había dejado, en consignación, en una renombrada galería de arte y al ser expuesto, junto a otras obras, produjo un fuerte rechazo, la galerista, muy disgustada, le dijo que que tenía varias obras reservadas que finalmente no fueron adquiridas y atribuía esta situación a la mala onda que irradiaba el retrato de su padre, cuando le pidió que se lo devuelva lo tuvo que retirar de un patio trasero donde había quedado a la intemperie. Después de estos incidentes no se le ocurrió otra cosa que convocarme para pedir mi consejo, lo primero que se me ocurrió fue quemarlo pero no se lo dije, por cortesía, lo que si le dije fue que consultara con un especialista en «casos paranormales» quien seguramente le podría dar alguna explicación más autorizada. Cuando me retiré del lugar sentí un profundo desagrado y todavía me perturba la extraña expresión de aquel viejo ceramista.
EL RETRATO
por Julio Gómez - Marzo/2017