Después de publicar, en Julio de 2011, un relato titulado » Aquellas historias» recibí mensajes de Graciela Scocco, Licenciada en Historia del Arte argentino, quién me comentó que tenía datos de aquel cuadernillo de Carlos Benvenuto, al que yo hacía referencia y también otro, de Heriberto Saldívar, que me ofrecía variada información sobre datos históricos de aquellos antiguos talleres de cerámica. Saldívar me citó en su domicilio, una antigua casona en el barrio de Saavedra y al concurrir a la cita me enteré con sorpresa, según me informó su hija, que su padre había fallecido un par de días antes lo que era previsible por su avanzada edad y delicado estado de salud.
Cuando le expliqué a su hija el motivo de mi visita me confirmó que su padre, desde hacía ya bastante tiempo, se ocupaba de investigar la historia y desarrollo de los talleres de cerámica de principios del siglo XX. También me comentó que nunca supo la familia el motivo de aquella afición de su padre pues jamás antes había estado relacionado al ámbito de la cerámica, simplemente un día se decidió por este tema y le dedicó el resto de su vida. Como resultado de esta actividad había dejado numerosos manuscritos y una apreciable colección de piezas de cérámica de variada índole. De inmediato le expliqué a su hija mi deseo de poder tener acceso a tan valioso material y me dijo que a ella le parecía bien y que por su parte no tenía ningún inconveniente pero antes tendría que consultar con sus dos hermanos, residentes en el exterior del país, y que a partir de su consentimiento podríamos combinar la forma de hacerlo. A continuación prometió comunicarse conmigo, después de su gestión,y nos despedimos.
Algún tiempo después recibí un mail en el que me decía que se habían producido algunas interferencias y que por el momento no podía seguir adelante con mi propuesta, me pedía disculpas por los inconvenientes y me prometía que si algún día cambiaba la situación se volvería a comunicar conmigo. Después de digerir, en parte, la sorpresa originada por su mensaje decidí ir a verla, personalmente, para averiguar que era lo que realmente estaba ocurriendo. Cuando busqué en mi agenda la dirección de su casa me dí cuenta, con disgusto, que había olvidado registrarla y tampoco tenía su teléfono ni su E-mail y ni siquiera recordaba su nombre. Entonces decidí ir sin esos datos confiando en encontrar la ubicación de la casona. Cuando llegué a la zona y después de caminar muchas cuadras comencé a ponerme nervioso y el único lugar que recordaba, vagamente, estaba ocupado por una obra en construcción, pregunté a los vecinos y nadie sabía nada, consulté una guía telefónica y tampoco figuraba. Entonces decidí publicar este relato esperando a que alguien que lo lea y pueda ayudarme lo haga y desde ya le agradezco la atención.
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por Julio Gómez - 10/2011