Hace algún tiempo, no mucho, una ceramista conocida (conocida por mí) me hizo una consulta. Notó que al realizar reservas con barbotina, en unas técnicas de ahumado, éstas no eran fácilmente removibles con agua. Le hice algunas preguntas básicas y me pareció que había hecho todo bien. Interesado por el problema le pedí que me alcanzara una muestra de dicha barbotina y cuando lo hizo lo primero que noté era un fuerte olor a resina acrílica. Le pregunté donde la había comprado y me comentó que la había conseguido en el taller donde, desde hacía poco, tomaba clases. Luego me explicó que era la misma barbotina que el profesor utilizaba para algunos ritos que llamaba “iniciáticos” y que realizaban con los alumnos nuevos.
Estos ritos consistían en desnudarse, sumergirse en una batea con barbotina y luego secarse al sol o, en invierno, cerca de una estufa. Según el profesor los alumnos más exitosos serían aquellos que retuvieran más tiempo sobre su piel ese “barro sagrado”. Con este motivo algunos de ellos ni siquiera se bañaban exhibiendo, con orgullo, esa costra dura y muy adherida durante semanas. Pensé que seguramente terminarían en el dermatólogo pero preferí, por prudencia, evitar comentarios. A continuación le recomendé a la ceramista que utilizara una barbotina común pues, evidentemente, la otra era demasiado especial. Finalmente al sacar conclusiones sobre este episodio, me pareció muy interesante la manera de cómo la tecnología de los adhesivos modernos puede ser aprovechada en la formación de ceramistas exitosos.
RITOS
por Julio Gómez - 05/2003