CORTESIA

por Julio Gómez - 11/2012

Hace algunos años mi entonces amiga Rosa Faccaro (1) , reconocida Crítica de arte, me recomendó a una colega suya de nombre Graciela y cuyo apellido no recuerdo, ni quiero recordar, la cual estaba recopilando información sobre artistas de diversas disciplinas para incorporarlos en un libro – guía que estaba preparando. Rosa Faccaro me pidió que me contactara con esta persona para darle información de artistas ceramistas de nuestro país a los que yo conociera, por tal motivo la llamé y le expliqué que me tendría que detallar que tipo de información necesitaba para su trabajo y también le dije que le llevaría algunas revistas donde ya había publicado bastante material al respecto, me dijo que solamente estaba de paso por Buenos Aires y disponía de escaso tiempo para reuniones pero que si pasaba por su domicilio a las 8 de la mañana tendríamos algo de tiempo para conversar. Al otro día me levanté más temprano que de costumbre y fuí hasta una dirección, en el barrio de Once, donde me había citado, llegué con puntualidad y después de tocar el timbre varias veces tuve que esperar bastante rato antes de ser atendido, finalmente al abrirse la puerta apareció esta señora con expresión poco simpática, vestida con una bata de color celeste con grandes flores blancas y algunos ruleros en el pelo y recibió las revistas que le había llevado diciéndome que ya era algo tarde y tenía que cambiarse para salir, entonces le pregunté por la reunión y me dijo que tal vez en otra ocasión, que en ese momento no tenía tiempo, así, de un solo golpe, me degradó a mandadero raso, de inmediato me alejé del lugar muy disgustado por su falta de cortesía y pensé en llamar a Rosa Faccaro para comentarle la situación pero finalmente no lo hice pensando que todo esto no era por su culpa.
Pasó algún tiempo y un día fuí a la inauguración de una muestra de obras cerámicas, al llegar me pareció reconocerla, en un grupo de personas, y me acerqué para estar seguro que era ella, cuando me vió, desde muy cerca, retrocedió tomando distancia y me miró como con desprecio, su actitud desdeñosa me pareció patética pero por cortesía no se lo dije, lo que si le dije fue » vieja sorete» y me divirtió ver su cara alterada por la sorpresa, después me dirigí a saludar a algunos amigos que también estaban en el lugar y al rato se me acercó una ceramista conocida (conocida por mí) y me preguntó por que motivo había ofendido a su amiga ( sic), intenté explicarle mis razones y me aclaró que me había equivocado de persona, que su amiga no era quién yo pensaba. Demás está explicar lo mal que me sentí y me apresuré a buscar a aquella señora para ofrecerle mis disculpas pero era tarde, ya se había retirado.
Durante un largo tiempo estuve muy mortificado por aquel episodio pero, como ustedes deben saber, el paso del tiempo va diluyendo las emociones y hoy a varios años de aquel incidente, al recordarlo, pienso que no estuve tan mal y tanto la señora equivocada como la Graciela del cuento no merecían otra cosa.

(1) Hace bastante tiempo que no nos vemos y no estoy seguro que actualmente sigamos siendo amigos.