EDUARDO ANDALUZ en la Escuela Nacional de Cerámica en México

La Revista Cerámica de Argentina tuvo el agrado de entrevistar a Eduardo Andaluz, reconocido ceramista argentino, durante su reciente visita a la Escuela Nacional de Cerámica en México, donde impartió el taller «Formas escultóricas y murales cerámicos» del 16 al 30 de marzo de 2025. Esta actividad se enmarca dentro de una serie de talleres que la institución ofrecerá en 2025 con la participación de destacados artistas argentinos como Victoria Morando y Luciano Polverigiani.

En esta oportunidad, conversamos sobre su trayectoria artística, que abarca más de 40 años de carrera y su designación en 1983 como Académico por la Academia Internacional de Cerámica (IAC), sus técnicas innovadoras basadas en la experimentación con diferentes materiales y proporciones para la creación de murales y esculturas cerámicas, su visión sobre la enseñanza de la cerámica y sus reflexiones acerca de la escena actual en Argentina y a nivel mundial.

RC: ¿Cómo llegaste a México?

EA:
llegué porque me invitaron, me hicieron una propuesta, organizamos todo y vine. He viajado tanto que a veces me da mucha pereza hacer viajes largos. Pero México siempre me atrajo mucho, muchísimo. Culturalmente, me parece el país de Latinoamérica con la cultura más rica e importante. La gente aquí es muy organizada y la escuela, aunque es pequeña, está en proceso de crecimiento. De hecho, están construyendo un espacio más grande. Sin embargo, lo que más destaco es la calidad humana del lugar, algo que pocas veces he encontrado en otros sitios.

RC: Vos conocés muchas escuelas, ¿verdad?

EA:
 Sí, he dado cursos en varias. Conozco bastante sobre escuelas y espacios de formación, y aquí te digo que es un lugar realmente hermoso. Estamos alojados en un hotel muy lindo, donde vivimos con los alumnos, el ambiente es muy familiar. Charlamos, compartimos, es una experiencia muy linda. El hotel donde estamos tiene jardines enormes y está a unos pasos del lugar donde residimos y comemos. Todo esto forma parte de un proyecto muy especial, financiado por un mecenas que aporta los recursos necesarios para que funcione. Hay un director que gestiona todo el aspecto económico. Este taller tiene un plazo de tiempo definido, por lo que los alumnos deben aprovecharlo al máximo.

RC: Entonces, ¿este hotel no forma parte de la escuela? ¿Es un espacio independiente?

EA: La Escuela es un apartado dentro del predio del hotel, que tiene un terreno muy grande. Tiene hornos, materiales y varios espacios de trabajo, todo dentro del mismo predio del hotel. Hace años estuve en Letonia, en un castillo magnífico donde nos alojaron. Allí también, nos alojábamos y teníamos los talleres, también todo ocurría en el mismo lugar.

RC: ¿Y hay alumnos extranjeros? ¿De dónde son?

EA: Sí, hay una alumna de Costa Rica. Los demás son de diferentes regiones de México, algunos han viajado distancias bastante grandes para asistir al curso. Ya son ceramistas, no son novatos. Todos tienen su taller propio.

RC: Para empezar, contanos un poco sobre tus comienzos: ¿estudiaste en la Escuela de Bulnes?

EA: Yo cursé en la escuela de Bulnes, pero mayormente fui ayudante de Ana Mercedes Burnichón y Roberto Obarrio desde muy chico. Nací en el mismo barrio, mi casa estaba enfrente de la de ellos, y desde los 8 años cruzaba la calle para estar en su casa. Mi madre era pintora, así que había un vínculo artístico. Empecé con la cerámica con ellos y después, a los tres o cuatro años, cuando llegó el momento de hacer algo más formal, entré en la escuela de cerámica.

RC: Has vivido viajando, ¿una vida semi nómada?

EA: Viví en muchos lugares. En 1970, me dieron una beca del gobierno italiano para estudiar Historia del Arte en la Universidad de Perugia. Después estuve viajando por muchos otros lugares. En algún momento pensé en volver, porque tenía mi taller en Argentina, mi familia, todo…pero estaba la dictadura. En Argentina me iba muy bien con la cerámica, hacía cerámica funcional y vendía a una cadena de mueblerías llamada Eugenio Díez. Me compraban exclusivas piezas funcionales, bases para lámparas, ceniceros, mesas…, trabajé mucho y aprendí mucho el oficio haciendo cerámica funcional y me ganaba la vida. Siempre me gané la vida con mis manos, nunca tuve otra cosa. Mis padres también vivían al día, así que de alguna forma siempre tuve que recurrir a mi ingenio.

RC: Y entonces, ¿te quedaste a vivir en el extranjero?

EA: Sí. Finalmente, me radiqué en Canarias, donde tuve la suerte de recibir un taller en comodato. Era de un escultor que había fallecido y cuya viuda me lo cedió. Antes de eso, llevaba una vida itinerante, viajando en una combi adaptada como casa. Fue en Canarias donde empecé a hacer obra escultórica. Siempre me interesó el material cerámico como soporte de la escultura. En esa época, como siempre me pasó en todo, participaba en certámenes de escultura y muchas veces decían: «No es cerámica, no es escultura». La discusión típica. En España era argentino, y cuando volví a Argentina era gallego.

RC: Julio Gómez siempre reclamaba ese tema en los concursos: ¿cuándo iban a incorporar la cerámica también como escultura?

EA: No se puede sostener que un material por sí solo defina una disciplina. Si algo ganó el arte moderno, es la libertad. Hoy en día ya no se puede casi ni definir lo que es un cuadro o una escultura. Se mezcla todo. Uno puede tener volumen, el otro ser plano. Es una verdadera tontería que ya está recontra superada, por lo menos para mí.

RC: Y también fuiste reconocido con varios premios….

EASí, gané premios importantes: el primer premio de cerámica de Manises, el más importante de España; el primer premio de Talavera; y después un premio internacional de escultura con una pieza de cerámica.

RC: ¿Qué motivos te llevaron a regresar a Argentina?

EA: Viví muchos años en Canarias, pero tenía dos chicos, y ellos crecían viendo siempre a los turistas. En un lugar como Canarias, donde el turismo es mayormente de ocio, veían gente que no trabajaba, tomando sol durante el día, saliendo de noche, consumiendo. Y empezaban a entender que la vida era eso. Ahí fue cuando empezamos a pensar en buscar otro lugar para vivir.
También es mi carácter, yo necesito cambiar, me gusta empezar de cero en otro lado, ver qué me pasa. Tenía un taller con cinco hornos allí, un taller con todo lo que te puedas imaginar. Pero decidí regalar todo, vender algunas cosas. Tuve parejas muy buenas, compañeras que me apoyaron y con quienes pude compartir esa forma de vida. Así que decidimos irnos. Una de las cosas que me motivó mucho para volver a Argentina fue cuando vi a Néstor Kirchner bajar los cuadros. Yo pensaba que Argentina no iba a cambiar más. Pero ese gesto me dio esperanza, y ahí empezamos a ver opciones. Elegimos Bariloche, nos pareció un lugar fantástico, sobre todo porque el turismo ahí es activo. El turista va a hacer cosas: sube a la montaña, va a esquiar. Mis hijos crecieron de una manera muy saludable en ese entorno. Estando en Bariloche, hice muchas piezas con un horno pequeño, dejé de hacer monumentos tan gigantes. Y la verdad es que me fue bien, tuve mucha suerte…

RC: En eso no coincido. No creo en la suerte, sino en la «causalidad». Creo que las cosas, de una forma u otra, se gestan; ya sea de manera consciente o inconsciente, pero se gestan.

EA: Sí, yo creo que la suerte influye un poquito, pero la actitud de uno tiene mucho que ver. Cuando voy a un lugar, siempre empiezo desde lo bueno, desde lo positivo. Y la verdad es que siempre me he sentido querido. Voy a Canarias y tengo amigos, tengo un vínculo constante con ellos. Me reciben, me invitan… algo bueno habré hecho para que me quieran.

RC: A la gente le atrae tu cerámica, pero también se sienten conectados con vos como persona….

EA: Desde luego, son amigos porque es como una relación personal. Después tengo clientes con los que también me llevo muy bien y amigos que también fueron clientes. Cuando ya tenés cierta edad te das cuenta de que tenés más pasado que futuro. Estamos en este mundo para ser felices y no podés ir siendo un amargado y amargando a todos. Tenés mejores o peores momentos, pero la base es hacer algo que te guste. Y como me decía un amigo, «tenés que hacer de tu trabajo un hobby«.

RC:
 Hiciste mucho tiempo formas escultóricas gigantes. ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Cómo manejás el horneado de piezas de esos tamaños?

EA: Son realmente grandes. Cuando estuve en Zaragoza,en «C.E.R.C.O» hace dos años, trabajando en una escultura de gran formato, recuerdo que el horno era tan grande que yo podía estar de pie dentro, y todavía me sobraban unos 50 centímetros. Con ese espacio pude crear una escultura completa. Sin embargo, la cerámica tiene muchas complicaciones, y una de las principales es justamente la limitación del tamaño del horno.

RC: Cada obra tiene su propio proceso…

EA: Ahora mismo estoy trabajando con los alumnos en un proyecto grupal, y mi propuesta aquí es crear murales y esculturas de gran formato. Estamos haciendo un pequeño mural, pero utilizando la técnica de los murales, que se asemeja a un puzzle. Los cortes deben ser parte del diseño. Al menos, en este caso, lo estamos haciendo así. Después, la escultura que vamos a realizar será relativamente pequeña, pero utilizaré la técnica clásica de tiras, que es la que siempre he usado y la más eficaz para mi trabajo. Aun así, es necesario estudiar el formato, las medidas del horno y cómo llevarlo a cabo.

RC: ¿Te referís al montaje?

EA: Claro, el montaje es un aspecto muy importante. Por ejemplo, hice una pieza que tiene 10 metros de altura, una fuente donde el agua cae desde la parte alta. Está compuesta por 22 piezas y, por la parte central, el agua circula a través de un sistema de hormigón con un tubo en su interior. Cada escultura tiene sus propios requisitos.
He trabajado en muchas esculturas grandes. En el lugar donde vivía, existía una disposición gubernamental que permitía destinar el 1% de los fondos para obras de arte. Los arquitectos encargados de esas obras me llamaban con frecuencia, y así realicé muchas obras grandes, especialmente en escuelas y murales. Yo la modelo, pero siempre tengo en mente cómo la voy a instalar. El anclaje de una obra grande, de gran formato es fundamental, para asegurarse que luego no ocurran accidentes. También realizo esculturas de metal muy grandes, que pueden pesar hasta 10.000 kilos, y las instalo en lugares de mucho tránsito, como rotondas. Todo eso debe ser cuidadosamente pensado, uno tiene que encontrar la forma de hacerlo seguro.

RC: ¿Cómo llegaste a especializarte en grandes formatos?

EA: La vida me ha ido llevando. Durante 25 años, trabajé con un arquitecto muy reconocido, que diseñaba grandes hoteles y edificios. Era muy famoso y además, un gran amigo mío. El hacer piezas grandes, fue posible gracias a esta colaboración.

RC: ¿Y cómo empezaste a trabajar con murales?

EA: Con Ana Mercedes y Roberto trabajé en murales, como ayudante, y luego hice mi primer mural solo en una galería llamada Olimpo. Ese mural, influenciado por mis maestros, fue el primer paso para continuar con murales más grandes. Más adelante, cuando estuve en Canarias, tuve la oportunidad de hacer otro mural. No tenía dinero, ni horno, ni matrices, así que tuve que improvisar. Me hice un horno de leña, conseguí barro local, lo mezclé con arena y creé un mural hermoso de casi 40 metros cuadrados, que ahora está en un hotel de cinco estrellas. Lo hice inspirado en la cultura guanche y las culturas prehispánicas americanas, y quedó muy lindo, con un color terracota. Ese mural fue tan destacado que salió en los diarios, y con el dinero que gané, pude irme a vivir un año a la India.

RC: ¿Qué proyectos tenés para el futuro? Ya has viajado por un montón de lugares…

EAViajé muchísimo. En Europa, son pocos los países en los que no he estado. Estuve varios meses en París, también en Düsseldorf, y viví un año en Roma, entre otros lugares. Me fui muy joven de Argentina y, en realidad, no conozco muchas partes de nuestro país. No conozco mucho de América. Pero la verdad es que me enamoré de América: de su cultura, su gente y todo lo que representa. Y por eso estoy aqui, aprovecho la oportunidad de visitar un país tan maravilloso como México.

RC: Actualmente ¿Seguís viviendo en Bariloche?

EA: Me mudé. Cerré el taller que tenía, me deshice de todo: regalé, doné 300 libros a la universidad, me quedé sin horno, sin nada. Vivía en el mejor lugar de Bariloche, tuve mucha suerte. Pero me deshice de todo, también me separé. Ahora estoy con la idea de montar un taller, pero no estoy del todo convencido. La situación en Argentina es tan inestable, y la verdad, a esta altura del partido, no tengo muchas ganas. Por ahora dibujo y pinto, que me encanta. Y cuando surge, también hago cerámica. Estoy ahí, en ese momento…

RC: Bueno, ¿ves estabilidad en algún lugar? Porque en ningún lado parece haberla. A pesar de todo, seguís con la cerámica, seguís trabajando…

EA: Yo no soy solo ceramista. Trabajo con otros materiales, he hecho muchas cosas en metal, pinto, y me encanta dibujar. Tengo millones de dibujos. No me gusta que me encasillen, ni creo que puedan hacerlo. Siempre estoy abierto a la aventura.
Hace muchos años hice una escultura para un museo al aire libre en los pirineos Aragoneses en un pueblo que se llama «Hecho» y pase por el pueblo de donde era mi abuelo paterno al cual no conoci ,Tengo su partida de nacimiento, era de fines del siglo XIX. Él se fue a Argentina, imagino que por el hambre que habría en ese momento. Un día, hojeando una revista, me encontré con el trabajo de un artista ceramista excelente: Gil Andaluz como tenia mi apellido me puse en contacto con él, y resultó que él era del mismo pueblo que mi abuelo. Nos hicimos amigos, hoy nos tratamos de «primos». Es un tipo genial, muy activo. Está armando un museo de escultura de gran formato al aire libre en ese pueblo que se llama «Embid de la ribera», usando unas canteras de piedra que hay ahí. Me invitó a participar en el proyecto, y como no pude viajar a hacer la obra, le mandé la maqueta de una escultura grande, de más de tres metros, toda en piedra. En la parte superior lleva dos conos de cerámica. Ya está casi lista, y ahora tengo que ir a inaugurarla…Tal vez surja algo allá… Siempre me convocan para dar un taller o hacer alguna cosa, pero por ahora lo único cierto —y que me hace mucha ilusión— es ir a inaugurar esa escultura, justo en el pueblo de mi abuelo, donde están construyendo un museo.

RC: ¿Hacés bocetos antes de empezar las obras? ¿También maquetas o dibujos?

EA: Las piezas de gran formato siempre las trabajo con mucho dibujo y muchas maquetas. Eso es justamente lo que vengo a enseñar en este curso: la realización de obras de gran formato. Para ello, les pido que hagan una maqueta, y luego la reproduzco exactamente a las medidas de esa maqueta. Siempre se comienza con papel y dibujo, y luego se pasa a la maqueta. Yo soy muy dibujador, y a veces me pongo a jugar con el barro, y mi mente empieza a colocarse en el lugar de la escultura. Pero soy muy desobediente, por eso me echaron de las escuelas…

RC: Te noto bastante rebelde por ese lado…

EA: Soy dinámico, voy encontrando las cosas que quiero pero a mi manera, pero a la hora de enseñar es diferente, «haz lo que digo y no lo que hago»… Aquí los alumnos están haciendo maquetas.

RC: ¿Qué es lo que más satisfacción te ha brindado en el mundo de la cerámica?

EA: Yo a la cerámica no la puedo separar de mi vida. Yo he querido dejar de ser ceramista, pero nunca he podido. Probé con otros materiales, y sigo haciéndolo, pero siempre vuelvo al barro. Porque yo hablo con el barro, lo siento, lo toco. Estoy en esto desde los ocho años, y ahora tengo 78. Nunca encontré un material que me dé lo mismo que me da el barro, la arcilla. Es lo que sé, es como caminar, como respirar. Puedo estar un tiempo sin tocarlo, pero cuando lo hago, ya me transmite, lo siento en el cuerpo. Y no es un verso, te lo digo de verdad. A uno le gusta que lo halaguen, claro. Un premio importante te hace sentir bien, te dice que estás bien encaminado, un trabajo grande que sale bien también te da satisfacción. Pero todo eso es puntual. Pero en términos generales, yo amo al barro y es lo que he sentido toda mi vida, he cambiado de todo, menos de equipo de fútbol y de profesión.

RC: ¿Hay algo dentro del mundo de la cerámica que aún sueñes alcanzar? Puede ser un proyecto, un reconocimiento o algún objetivo que sientas que todavía está pendiente por cumplir.

EA: A mí los reconocimientos ya no me afectan tanto. He tenido varios, como el Gran Premio Nacional en Argentina, una medalla de oro en Faenza, Italia, y otros más. Los reconocimientos son agradables, no voy a negarlo. Actualmente, en Argentina, recibo una pensión vitalicia del Salón Nacional, lo cual me viene muy bien. Pero lo que realmente me gratifica es poder transmitir lo que sé, cómo aquí, donde la gente es muy receptiva. En este momento, estoy disfrutando mucho la docencia. Aunque, para ser honesto, la palabra «enseñar» me suena algo rara, ya que fui expulsado de la Escuela Nacional de Cerámica. Tengo el honor de ser el único estudiante que fue expulsado una semana antes de terminar la carrera…

RC: ¿qué pasó?

EA: Esta historia la he contado muchas veces… Yo era alumno de la escuela, estaba casi al final y, al mismo tiempo, trabajaba como ayudante de Ana Mercedes y Roberto. Estaba muy metido en el mundo del arte moderno, iba constantemente a exposiciones y discutía todo el día con los profesores de la escuelaYo era un poco el líder entre los estudiantes, traía ideas nuevas, pero los programas eran muy estrictos y los profesores no querían salirse de ellos. Recuerdo a Rodrigo Bonome, uno de mis maestros más queridos, quien era un gran pintor. Después de una reunión, salió y me dijo: «No pude hacer nada, pero les dije, no hay malos alumnos, hay malos profesores». Tuve el enorme honor de que, en mi primera exposición en España, él, que era un tipo muy reconocido, hiciera la presentación en el catálogo.
Pasaron muchos años. Después de todo lo que había sucedido en Argentina, no quería volver. Estuve cerca de 30 años sin regresar. Un día, estando en Madrid con mi pareja, fuimos a ver una película llamada Sol de Otoño, con Luppi y Norma Leandro. En la película, aparece la confitería «Las Violetas», que estaba a una cuadra de la escuela y a la que solíamos ir frecuentemente después de clases. Yo no tenía intención de regresar a Argentina. Mis padres se habían ido, mi hermana había sido secuestrada, muchos de mis amigos estaban fuera de juego, así que la Argentina estaba eliminada para mí. Pero me rompí viendo la película y me di cuenta de que había algo inconcluso en mi relación con la Argentina. Así que salí del cine y decidí viajar. Viajé solo, después de 30 años, y encontré que era otro mundo. Volví a mi barrio, tomaba el mismo tren, el mismo colectivo, hacía todo igual, para ver qué sentía. Visité algunas escuelas y, en un momento, decidí ir a la escuela de cerámica. Me presenté como antiguo alumno y, para mi sorpresa, apareció la directora, Susana Malatrasi, y me recibieron con todos los honores. Me hicieron un recorrido por la escuela. De repente, apareció un profesor de aquella época, se acercó y me dijo: «Eduardo, yo firmé aquella decisión, pero era un pendejo, no sabía lo que hacía». Me pidieron que diera una charla y luego me anunciaron una sorpresa. Me llevaron a la dirección y me dieron el título y pensé ¡Se lo voy a llevar a mi mamá, que pensaba que iba a terminar siendo indigente!

RC: ¿Pero por qué te echaron?

EA: Porque era muy quilombero, discutía todo, yo era bueno para modelar, era malo para las teóricas. Un día me hacen hacer una paisana, y la hago con un escote terrible, era la época de Isabel Sarli , teníamos 17 años… causaba problemas… Ahora cambió mucho la escuela.
Hay mucha gente que hace una carrera de arte y cree que va a ser artista, pero de mil, son solo uno o dos. Algunos siguen cultivando la pasión por el arte… y otros no, son profesores de arte de una escuela, no quieren que los molesten y les agarran bronca a los alumnos que cuestionan.

RC: Julio Gómez era de esa idea también…

EA: Para mí la partida de Julio fue una pérdida enorme para la cerámica, siempre tuvimos una buena relación, le tenía mucho cariño, lo respetaba mucho porque él de técnicas sabía más que nadie en Argentina, recibía la revista por las redes.

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