Esta vez sí ?

por Julio Gómez - 07/2009

Caminaba por Av. Montes de Oca, en mi barrio de Barracas, cuando me pareció verla entre un grupo de personas que esperaban el colectivo. Grande fue mi sorpresa y me acerqué al grupo para estar más seguro, creo que también me vió y trató de evitarme pero no pudo, me puse al lado suyo y la saludé y ella me respondió por mi nombre, ahora sí estaba seguro, era ella! Bastante confundido no atiné a decirle otra cosa y ella, que pareció darse cuenta, me preguntó si yá me lo habían dicho. Le comenté que todos lo sabían y que la noticia iba a ser publicada en mi revista. Pareció disgustada pero admitió que esto era inevitable. A continuación me dijo que fuéramos a tomar un café y me lo explicaría todo, le dije que no necesitaba explicarme nada pero igual fuimos a un bar y ahí me contó que había estado muy enferma, casi a punto de morir, pero que finalmente se recuperó y que aprovechando que se había difundido la noticia de su muerte vió la oportunidad para desaparecer de su rutina habitual. Se había trasladado al interior del país y ahora había regresado por algunos problemas personales y no se imaginó que alguien conocido podía encontrarla. Se iba a quedar algunos días y luego volvería a su actual refugio. Le comenté que para mí esto era una buena noticia y que me alegraba verla bien, me dijo que seguía el movimiento de nuestra cerámica a través del sitio web de mi revista y que por cualquier otra cosa se iba a comunicar directamente conmigo. Luego me pidió , como un favor especial, que no comentara este encuentro, se despidió y se fue.
Pasaron un par de días cuando me llamó una ceramista amiga para darme la noticia de su muerte, le dije que ya lo sabía y me extrañaba que se hubiera enterado tanto tiempo después. Ahí me aclaró que había muerto ese mismo día, que a la noche la velaban y que ella iba a ir, me dio la dirección y le dije que allí nos veríamos. Confieso que en un primer momento pensé en no ir, para tratar de olvidar este extraño asunto, pero pudo más mi curiosidad y finalmente fui al velatorio. Había bastante gente y la pude ver, en su ataúd, quieta, pálida y probablemente fría. En ese momento se me acercó un hombre que me dijo que era su marido, ahora su viudo , y agregó que esta vez sí había muerto, me pareció que no estaba muy apenado. Todo era muy raro y lo que más me llamó la atención era que gente de nuestro medio, que sabían de su anterior fallecimiento, no hicieran ningún comentario y actuaban como si no lo supieran.
En cuanto hubo un resquicio me escabullí hacia la calle y me fui con la sensación de que la volvería a encontrar.