Memorias

por Julio Gómez - 03/2008

Recibí una carta, muy emotiva, de un viejo conocido de la cerámica donde me comenta, a modo de memorias, ciertos episodios de su trayectoria como artista ceramista. Algunos de dichos episodios habían trascendido y ya los conocía pero otros fueron para mí una sorpresa.
Uno que me llamó mucho la atención ocurrió en la oportunidad en que había obtenido el más importante premio a su obra y algunos notorios colegas, al saludarlo, le decían que ya estaba en el momento apropiado para dejar la cerámica y trabajar con materiales más nobles, piedra, mármol, bronce, etc. Nunca supo  si lo decían sinceramente o solamente querían evitar su competencia. Por sus conocimientos técnicos y su experiencia fue requerido, repetidas veces, por colegas a los cuáles ayudó y guió con total generosidad. A la hora del reconocimiento, en casi todos los casos, le dieron la espalda y terminaron ignorándolo. Una conocida ceramista, a la cuál salvó del incendio ayudándola durante años, llegó a decir, en una entrevista, que era autodidacta y que sus maestros fueron Van Gogh y Picasso y tampoco le pagó algún dinero prometido. En otra ocasión un conocido crítico de arte le reconoció su talento y le manifestó su extrañeza por haber elegido una disciplina ajena a los valores artísticos tradicionales, cuando intentó hacer una defensa de la cerámica, como material de arte, el crítico le dijo que todo eso ya lo sabía pero el mercado no.
Todas estas situaciones fueron debilitando su confianza en sí mismo y en algún momento llegó a preguntarse, obsesivamente, si habría algo después de la cerámica? En el último párrafo, al despedirse, me comenta que estos últimos años, pasados en un instituto de rehabilitación mental, le han sido en extremo aburridos y recuerda, con nostalgia, aquellos  azarosos tiempos de ceramista.