LA CHAKANA: Red de Fuego y Tierra

Por Paolo Gastello Mazzei

María Estela Moreno, San fernando del valle de Catamarca, Argentina.

Un símbolo ancestral que sigue latiendo en las manos de quienes modelan cultura.

“Pachamama rayku, ñawpa yachaymi wiñarin.”
Por la Madre Tierra, el saber antiguo florece.

Antes de las fronteras, existió la integración. Antes de ser países, fuimos el Tahuantinsuyo.
Y en el centro de esa cosmovisión estaba —y está— la Chakana: símbolo vivo que no solo une los tres mundos, sino que también organiza el tiempo, el territorio y la espiritualidad de los pueblos andinos. Hoy, en pleno siglo XXI, sigue viva en las manos que trabajan la tierra, el fuego y la forma: las manos ceramistas.

Cerámica y Chakana: una relación que viene desde lo profundo
En las culturas originarias andinas, la cerámica no era utilitaria en el sentido moderno: era contenedora de sentido. En cada cántaro, en cada vasija o figura ceremonial, había un mensaje para el mundo de arriba, uno para el de aquí y otro para el de abajo.

La Chakana —sin necesidad de nombrarse— aparecía en:
·La geometría de las formas: escalonadas, simétricas, orientadas.
·La disposición de elementos: puntos cardinales, equilibrio, dualidades.
·El proceso ritual: la creación era parte de un ciclo sagrado, no industrial.
“Modelar una pieza era un acto ceremonial. El ceramista era también sabio, astrónomo, agricultor y tejedor de símbolos.”

La Chakana como guía
En la cerámica ancestral —y en la actual— la Chakana aparece como forma visual, pero también como estructura espiritual. Está en:
·El uso del número 4: los lados, los elementos, las estaciones.
·Las relaciones entre lo humano, lo natural y lo divino.
·El principio de reciprocidad (ayni), que también existe en la comunidad ceramista.
Y aunque muchas piezas no la muestren literalmente, la Chakana está ahí: en la concepción del objeto, en su simetría, en su función ritual o simbólica.

Una red viva de saberes
Hoy, ceramistas de Perú, Bolivia, Ecuador, Argentina, Chile y Uruguay continúan —con conciencia o intuición— ese legado. No lo repiten: lo reactivan.
Algunos han heredado técnicas y simbologías de generaciones anteriores. Otros, desde espacios urbanos o académicos, han decidido estudiar, reinterpretar y honrar estos códigos. Pero todos, de alguna manera, comparten el mismo eje: el respeto por la tierra y la memoria que habita en ella.
“La cerámica, como la Chakana, es una red de sentido. Une lo visible con lo invisible. Lo humano con lo cósmico.”

Un gesto común: modelar como acto de resistencia y continuidad
Modelar arcilla es un gesto de resistencia cultural. Implica tomarse el tiempo, cuidar los ciclos, reconocer el valor del silencio, del error y del fuego.
Por eso, quienes hoy trabajan la cerámica con respeto por su raíz andina están también tejiendo comunidad. Aunque estén separados por geografías distintas, sus obras se reconocen: hablan el mismo lenguaje.
Desde el altiplano hasta el litoral, desde los talleres comunitarios hasta los estudios contemporáneos: los ceramistas están conectados. No por moda, sino por origen. No por nostalgia, sino por compromiso.

Conclusión
La Chakana no es símbolo del pasado: es estructura de sentido para el presente.
Y su permanencia en la cerámica no es coincidencia, sino señal: señal de que el fuego sagrado sigue vivo, y que el arte de moldear la tierra sigue siendo puente entre mundos.

Porque todo está conectado:
La tierra con quien la modela.
El fuego con quien transforma.
El símbolo con quien recuerda.
La comunidad con quien crea.