Cerámica Freak

por Julio Gómez - 06/2007

Era un ceramista diferente, se estaba destacando en nuestro medio especialmente en el campo de la enseñanza y tenía, en ese momento, una considerable cantidad de alumnos. Por mi parte hacía un par de años que había comenzado con mi revista “Cerámica” y venía superando una etapa inicial en tiempos muy difíciles.
Cuando me llamó, para combinar una entrevista, me dijo que quería ponerme al tanto de un proyecto suyo que podría resultar innovador. Como siempre me atrajeron las ideas nuevas acepté de inmediato y nos reunimos en la confitería “Las Violetas”, cerca de su taller. Inicialmente me habló de su trayectoria, me explicó que en cerámica se consideraba autodidacta pero tenía estudios de diseño, historia del arte y psicopedagogía. Ahora, después de algunos años de experiencia, creía haber encontrado nuevas formas de enseñar y difundir la cerámica artística. Se lo veía muy entusiasta y contagiaba optimismo. Lo animé a que me siga explicando y me dijo que su proyecto, en esta etapa, era de carácter reservado pero que cuando estuviera completado necesitaría mucha difusión y pidió mi ayuda para lograrlo. Por supuesto le dije que contara con ella. Luego agregó que por ahora solamente podía adelantarme algunos pocos detalles y me invitó a conocer su taller. Caminamos unas pocas cuadras y cuando entramos pude ver un amplio espacio, muy limpio y ordenado, y gran cantidad de estanterías con prolijos envoltorios cuidadosamente etiquetados. Se veían varios hornos, tornos, tornetas pero ninguna pieza cerámica. Me explicó que sus alumnos tenían una buena producción pero una vez terminadas las obras las envolvían, etiquetaban y guardaban para la gran muestra inicial. Le dije que me gustaría ver alguna de ellas pero me explicó que todavía no era el momento. Lo único que me adelantó era que sus alumnos estaban trabajando con una marcada onda retro, aunque él prefería denominarla “cerámica freak” y agregó que cuando las viera lo iba a entender mejor. Luego me dijo que la muestra inicial se haría en su taller y que me avisaría con tiempo para poder difundir la noticia. Nos despedimos y me fui.
Un par de meses más tarde me llamó y me invitó, para ése próximo sábado, a la inauguración. Le expliqué que yá no había tiempo para anunciarlo en la revista pero que lo publicaría en el número siguiente.
Cuando aquel sábado llegué a su taller ya había bastante gente. Pude ver largas mesas y las piezas, todavía envueltas, alineadas ordenadamente.
Media hora más tarde el profesor anunció que había llegado el momento que todos estábamos esperando y que seguramente podría cambiar el futuro de nuestra cerámica. De inmediato se escuchó un fuerte golpe de gong y, sincronizadamente, todos los au-tores abrieron sus envoltorios y mostraron sus obras. Las cerámicas eran más que vulgares y no se diferenciaban en nada de las que se veían habitualmente. Cuando se lo dije al profesor me explicó que este tipo de cerámica cincuenta años atrás podía considerarse de vanguardia o por lo menos novedosa pero que ahora, ya en el nuevo milenio, era solamente arte retro aunque el prefería llamarlo “freak”.Consideraba que esta muestra era un primer paso para blanquear la situación y confiaba que a partir de ahora se podría encarar el cambio tan necesario.
Terminé de comer un sándwich de miga, que yá tenía empezado, y me fui a mi casa bastante preocupado por el futuro de nuestro arte cerámico.