Pigmentos

por Julio Gómez - 09/2007

Ya hace algún tiempo me fue a ver un joven ceramista que estaba cobrando  cierta notoriedad gracias a su capacidad de autopromoción. En esta oportunidad me llevó unas muestras de pigmentos cerámicos que según me explicó había  preparado con procedimientos no tradicionales y muy sencillos lo que permitiría su elaboración, a cualquier persona, sin equipamiento especial y a un costo muy bajo. De inmediato le aconsejé que, de acuerdo a mi experiencia, lo que más le convenía era registrar su idea para luego negociarla con algún productor interesado. Me aclaró que ya lo había pensado aunque en ese momento lo que más le interesaba era ofrecer cursos y/o seminarios donde enseñar el uso de dichos pigmentos, no su fabricación y que respecto a esto último todavía no tenía decidido qué hacer. Le sugerí que publicara su propuesta en alguna revista especializada  y le advertí acerca de la resistencia que encontraría, en esa tarea, de parte de los productores e importadores ya establecidos. Me explicó que no tenía grandes expectativas económicas pero agregó que tampoco regalaría nada. Cuando le pedí otras muestras de esos pigmentos y alguna idea acerca de los precios me dijo que creía que no serían de mi interés por sus características, quizás demasiado artesanales, y respecto a los precios no pensaba venderlos muy baratos. Entonces le pregunté acerca de cuáles eran las ventajas de estos productos comparándolos con los industriales que ya había en plaza. Insistió en que su principal atractivo era el método de elaboración, sencillo y económico. Le recordé, de inmediato, que había dicho que no pensaba enseñar su elaboración sino solamente su uso. En ese momento comenzó a ponerse nervioso y me dijo, bruscamente, que advertía cierta envidia en mi actitud y se estaba dando cuenta  que no quería ayudarlo. Realmente me sorprendió su reacción pero no tanto como para que no atinara a guardarme en el bolsillo una de las muestras que había traído para que las viera.
Poco tiempo después llevé dicha muestra a un fabricante local, al que conocía bastante, y me comentó que el joven ceramista le había pedido un muestrario completo diciendo que se iba a dedicar a la reventa.