Tatiana

por Julio Gómez - 06/2005

Cuando llegué a mi casa encontré un mensaje, en el contestador, de la Sra. Tatiana. No recordaba quien era y al terminar de almorzar decidí llamarla. Cuando lo hice me explicó que nos habíamos conocido, hace algunos años, en una exposición de cerámicas aunque estaba segura que no la recordaría.
Me dijo, a continuación, que el motivo de su llamado era para invitarme a su taller y que allí me mostraría algunas cosas que seguramente me iban a interesar. Su voz suave sonaba misteriosa y eso me motivó a ir a verla esa misma tarde. Cuando llegué a su taller, ubicada en los fondos de una vieja casa, la encontré en el jardín cuidando sus plantas. Tatiana era de baja estatura, muy delgada, piel extremadamente pálida con grandes pecas amarillentas, cabello enrulado de color indefinido y esos ojos enormes casi transparentes. No podría decir que era una belleza pero tampoco un monstruo, todo lo contrario.Enseguida me explicó que su familia era de origen eslavo y que había encontrado, entre las viejas pertenencias, algunos libros que le parecían rarísimos y entre ellos uno que me quería mostrar. El libro estaba casi destruido y parecía haber sido escrito a mano, en un idioma para mí desconocido. Tatiana lo leía con fluidez y le extrañó que yo no pudiera hacerlo. En las primeras páginas había varias antiguas historias y entre ellas una relativa a la creación de la cerámica. Luego de leérmela me preguntó, ansiosamente, si ya la conocía, le dije que no y que me parecía muy poética. Sus ojos se volvieron tan transparentes que temí por su salud, pero al rato fueron recobrando algo de su color y también sus pecas. Tatiana, profundamente emocionada, me confió que estaba muy enferma y su último deseo era que publicara, en mi revista, esta antigua leyenda, yo también me emocioné y le prometí que así lo haría. Me dijo que haría una copia, traducida, y me la haría llegar pronto.
Nos despedimos y jamás volví a saber de ella.