EVENTO

por Julio Gómez - 02/2012

Durante el año 2001, en plena crisis económica, recibí por correo postal una invitación para una muestra de cerámicas y, entre otras cosas, me llamó la atención que fuera enviada a mi domicilio particular cuya dirección solamente conocían parientes cercanos y algunos pocos amigos. La invitación, lujosamente presentada, describía una exposición de obras cerámicas de características Kitsch a las que calificaba como obras maestras del género. La muestra era colectiva y su organizadora, a la que no conocía ni de nombre, oficiaba también de curadora. El lugar de la muestra era un palacio, hoy ya fuera de circuito, donde se presentaron habitualmente exposiciones de pintura sobre porcelana y prefiero no dar su nombre, y ubicación, pues por haberlo hecho anteriormente tuve algunos problemas legales. El evento se realizó a fines de Noviembre de ese año, recuerdo que para la fecha hacía ya bastante calor y por tal motivo fuí con camisa de mangas cortas y grande fue mi sorpresa al ver que los demás invitados vestían de etiqueta. Al presentar mi invitación me quejé comentando que no estaba en la misma la indicación acerca de la vestimenta apropiada y me dijeron que no me preocupe, que me podían facilitar ropa de etiqueta para cambiarme y un empleado me confió que lo hacían de esta manera por que muchos invitados no hubieran concurrido si lo hubieron anunciado previamente, acepté y una vez cambiado me sentía, al mismo tiempo, importante y rídículo pero esa sensación duró poco y al rato, ya más relajado, solamente me sentía ridículo. La cantidad de concurrentes era muy grande pero no pude encontrar a alguien conocido de la cerámica, cuando me presentaron a la organizadora ( y también curadora ) se lo comenté y me explicó, sonriendo, que había tenido especial cuidado en no invitar a ninguno y que en mi caso particular sí lo había hecho teniendo en cuenta que no me consideraba un artista ceramista y agregó, muy seria, que esperaba no arrepentirse. Ya con bastante desconfianza le pregunté si quería que publicara el evento en mi revista Cerámica y me dijo que no, que sus abogados ya me habían enviado una advertencia legal y me recomendó que la tuviera en cuenta. A esa altura de los acontecimientos me sentía bastante incómodo y pensé en retirarme del lugar lo antes posible y recién entonces me dí cuenta que no había visto ninguna de las cerámicas expuestas, por eso decidí hacer un rápido recorrido antes de irme. Me resultó bastante complicado poder apreciar las obras por la gran cantidad de público que iba y venía con cierta fascinación grabada en sus rostros y lo poco que pude observar era una cerámica de muy baja calidad que poco tenía que ver con el Kitsch y mucho con la improvisación y la falta de oficio. Cuando ya estaba por irme se me acercó un hombre, que evidentemente me conocía, y me dijo que quería hablar conmigo y me sugirió salir del lugar para hacerlo más tranquilos, acepté y fuimos a un bar de la zona. Comenzó explicándome que era un investigador privado y estaba trabajando para un grupo de coleccionistas de Arte cerámico que lo habían contratado con el propósito de averiguar que había detrás de aquellos eventos, intercambiamos diversas opiniones pero sin poder llegar a alguna conclusión razonable. Finalmente me dijo que debía regresar al evento y por mi parte le comenté que yo prefería volver a mi casa, nos despedimos y al salir del bar tomé un taxi. Durante el viaje de regreso recién adverti que no había devuelto el traje de etiqueta y pensé en que podía retenerlo hasta que me lo reclamaran.
Ya pasó bastante tiempo y nunca lo hicieron, a veces cuando recuerdo esta experiencia busco aquel smoking en mi placard, lo ventilo, lo cepillo durante un rato y lo vuelvo a guardar.