PALOMAS Y ALGO MAS…

por Julio Gómez - 09/2012

Este último Domingo 23 de Septiembre, al atardecer, concurrí a la inauguración de la muestra denominada » El horno no está para bollos» que se realizó en los jardines del Museo » Casa Yrurtia» en el barrio de Belgrano. En algún momento, luego de tomar fotografías de las obras presentadas, mientras conversaba con algunos amigos recibí el impacto de una paloma que defecando desde las alturas dejó una artística mancha en mi campera de cuero (1), al observarla no pude evitar recordar una historia que ya estaba casi borrada de mi memoria. En cierta ocasión había ido a ver una muestra de alumnos, y ex-alumnos, de un conocido profesor de cerámica y me llamó la atención las piezas de uno de ellos que lucían una terminación de gran calidad. Cuando pude averiguar quién era el autor me acerqué para conversar con él y felicitarlo por su trabajo, el hombre, que ya era un señor mayor, me comentó que su principal preocupación era lograr, en sus cerámicas, la mejor superficie posible y le interesaba, sobre todo, la imitación de otros materiales no cerámicos. A continuación, viendo mi interés, me invitó a su casa donde me dijo que tenía numerosas obras de esas características, allí pude ver algunas imitaciones sorprendentes y lo que más me gustó fue un mural donde se apreciaba un grupo de manchas, símil excremento de paloma, que parecían tan reales que tuve que tocarlas para comprobar su consistencia. El ceramista me miraba divertido y me ofreció subir a su taller, ubicado en la terraza, para ver otras obras que creía me iban a interesar, al entrar al mismo pude observar, en las partes más altas de las estanterías, a un nutrido grupo de palomas que descansaban mirando fijamente, como hipnotizadas, hacia el piso del taller, al bajar la vista me sorprendió la gran cantidad de excrementos que se veían por todas partes y no pude disimular un gesto de repugnancia, entonces el dueño de casa me pidió que no me preocupara por que eran solamente imitaciones y tomando algunas de ellas me las ofreció para que lo comprobara personalmente. Cuando le pregunté como había logrado tal perfección me explicó que habían sido largos años de perseverante investigación y que tuvo que traer a las palomas, ex mensajeras, para que le provean de modelos reales, también me confió que últimamente agregaba fundentes y pigmentos al alimento de las palomas para que tuvieran deposiciones vitrificables, ya muy sorprendido volví a mirar a las palomas y entonces me pareció percibir una expresión de admiración en aquellos ojitos redondos. No quiero dejar de comentar que a partir de estas experiencias me convertí en un adicto observador de excrementos de aves, en general, y de palomas en particular. Esta manía me ocasionó muchos inconvenientes con mis relaciones sociales y más de una vez he tenido que optar por una cosa o por la otra y en el caso de algunos parientes, colegas y presuntos amigos la elección no me ha sido difícil. Actualmente, después de intensivos periodos de rehabilitación, me considero curado y cuando veo alguna paloma me alejo rápidamente, fingiendo que no me interesa.

(1) Carlota Petrolini, curadora de la muestra, me dijo que esto era una señal de buena suerte y yo pensé que sí, que tuve la buena suerte que no me diera en la cabeza.