RALPH MARSHALL

por Julio Gómez - 1/2013

Recientemente recibí la triste noticia del fallecimiento de Ralph Marshall. Marshall fue un extraordinario ceramista, casi desconocido por sus colegas pero indudablemente uno de los mejores de la historia de la cerámica, en mi opinión el mejor. Este ceramista, nacido en Canadá en el año 1930, viajó siendo muy niño a Dublín, Irlanda, donde su familia se radicó. Alrededor de los quince años ya se destacaba, en la Escuela de Bellas artes, en todo lo que fueran manualidades y especialmente en lo referido al Arte cerámico. Su fama trascendió, rápidamente, a la ciudad de Dublín y comenzó a ser convocado para intervenir en importantes exposiciones y concursos de Arte cerámico en toda Irlanda y posteriormente en todo el mundo, pero curiosamente, después de esa época, su figura se fue desvaneciendo y finalmente cayó en el olvido.
Aquellos que lo conocieron bien comentan que Marshall siguió trabajando, cada vez con mayor intensidad, dejando a su paso obras de Arte cerámico de inigualable jerarquía. A pesar de esto hoy podemos observar que de todo ese formidable trabajo no quedan registros comprobables y hasta los críticos más expertos niegan su talento y en ocasiones hasta su misma existencia !. Por mi parte, alrededor del año 1969, me enteré de sus logros como artista ceramista a través de los relatos de un ceramista amigo, viajero y también fanático de Marshall. Desde entonces fui intentando, por todos los medios que dispuse, aumentar mi conocimiento sobre su persona y especialmente de su obra. No fue una tarea sencilla y en ocasiones pasaron años sin poder obtener alguna información hasta que un día el amigo que me había revelado su existencia me invitó a conocerlo personalmente viajando a Uruguay donde se realizaría una reunión con otros ceramistas también cuestionados, no dudé en aceptar de inmediato y finalmente viajamos a Uruguay donde podría cumplir con mi sueño de conocer a Marshall en persona. Llegado el día, y hora, de esa esperada reunión nos sorprendió la frustrante noticia de que Marshall había sido detenido al intentar ingresar al país y más tarde deportado a Canadá. La acusación que permitió esta incalificable injusticia se basaba en el presunto delito de » contrabando intelectual » y había sido promovida por un grupo, trasnacional, de coleccionistas de Arte cerámico en relación a la autoría de su obra cumbre » El baticondrio espiralado » con la que Marshall pudo haber homologado su indiscutible supremacía en el mundo del Arte cerámico.
Después de esta inesperada situación el resto de los ceramistas presentes nos reunimos en el taller de Tomás Cacheiro, ceramista local, donde permanecimos debatiendo durante 36 horas ininterrumpidamente acerca de las imprevisibles consecuencias que podríamos sufrir al regresar a nuestros países de orígen. Finalmente la reunión finalizó sin haber llegado a determinar el verdadero alcance de esta oscura conspiración y solamente se decidió suspender todas las tratativas pendientes y el retorno de cada uno de nosotros a nuestras habituales rutinas. Respecto a Marshall, luego de este incidente, se comentó que su ánimo, y su salud, habían quedado seriamente comprometidos y nadie supo más de él hasta la trágica noticia de su suicidio. En cuanto a lo que a mi respecta soy totalmente consciente de haber perdido la más grande oportunidad que se me presentó para conocer personalmente a quién siempre será mi ídolo.